Las
últimas semanas he abandonado este blog.
La familia por una parte, escritos atrasados y las muchas faenas
triviales diarias son una continua traba – compaginar imperativos intelectuales
con los imperativos de tener una familia es muy difícil. Esto no debería ser así pero lo es.
Mi
abandono es momentáneo porque pronto empezaré a colgar aquí importante
material.
Durante
las últimas semanas Bond ha estado muy activo y me ha enviado volúmenes de
correspondencia con valiosísima información, acerca de Drama, de filosofía, de
los desafíos. Soy muy afortunado porque
leer a Bond es lo que más me llena y él me lo envía directamente a casa. Como músico, escuchando y estudiando el contrapunto de Bach llego a apreciar el
resto de la música como infantil; con Bond experimento exactamente lo mismo.
Bond está
preocupadísimo por la situación actual del teatro – aunque siempre lo ha
estado, pero, como él dice, ahora estamos viviendo las primeras crónicas de la
tercera crisis de la civilización.
Vivimos una situación extremadamente crítica en Europa y en este
encuadre el teatro se vuelve fundamental.
Pero el teatro en su casi totalidad aquí y allí sigue siendo un teatro
de síntomas y por eso siente la importancia de su palabra. Esto es porque la gente del teatro está
totalmente incrustada en la filosofía de mercado. Esto convierte todo lo que se toca en producto
de consumo y desecho. El teatro que se
llama así mismo político, agit prop, es en realidad un teatro de síntomas, no
político; está integrado en su totalidad en la cultura de consumo. Esto ofende a muchos que pasan su vida
creyendo hacer lo contrario, lo ético.
Pero la evidencia es apabullante. La tragedia Griega y esa Jacobea eran políticas. Necesitamos encontrar, desarrollar y
practicar un método actual para sentir esa melancolía por ser un ser humano.
Pero la
ideología, como nos enseñó Lukacs, empapa todo.
Por eso Bond comunica una posición innegociable: porque su obra puede
ser malinterpretada muy fácilmente y, como el mismo me dice, “el peligro es que fácilmente me encuentro con
un resultado que es lo opuesto de mi intención.” Esto es la fuerza que incita a Bond a producir
volúmenes sobre su obra y a estar muy pendiente de su producción, ya sea
personalmente o con escritos.
Bond me
honra con su confianza – pero esto no ha sido regalado, producto del capricho
del autor. El conoce bien mis escritos y
la interpretación que hago de su obra. Bond
simplemente dice lo que yo quiero decir, pero muchísimo mejor. Así que en realidad, su existencia, su ethos,
su sentido de la ética, su filosofía innegociable, su obra es para mí un gran
alivio.
He
dicho esto antes aquí: Kant argumentaba en su tiempo que la gente eran
incapaces de imaginar un futuro sin dios y que esto formaba los valores morales
de la época. Mi argumento es que ahora la gente es incapaz
de imaginar un futuro sin capital y que esto es lo que forma, no solo los
valores morales, sino el todo. Como me
dijo Bond, esta idea sintetiza lo que es el valor final de su obra: lo
ético.
Ayer
estuve en una conferencia sobre educación. Estaba dirigida
fundamentalmente a alumnos de bachillerato del instituto de mi hijo. El título “Ciencias y cultura para los que
se lo merecen” era suficiente provocador para llamar mi atención. Se confirmó, como esperaba, que el título
debía ser entendido en un contexto irónico – que en realidad todos nos las
merecemos. Pero por millonésima vez acabé decepcionado. El conferenciante intentaba motivar al estudiantado apuntando
hacia una serie de situaciones e ideas que son comunes a todos los países y
comunidades: “creciente desinterés, falta de exigencia, sacrificio, etc,”. En definitiva, eso que esta tan de moda en
los países anglosajones, y que es parte de la ideología burguesa pura y dura, “motivar
hacia la excelencia” – pero obvian decir que esa “excelencia” está enfocada
hacia el triunfo en los mercados, raramente hacia el humanismo y el bien
colectivo.
La
inutilidad del mensaje del conferenciante se confirmó en el hecho de que, como
en todos los casos – es decir, en toda
la investigación en la educación, conferencias, raciocinios de los metodólogos
que he tenido la oportunidad de investigar personalmente durante años – lo más
importante nunca es tocado: la desigualdad social extrema como parte naturalizada
de nuestras vidas.
Es,
para decirlo de una forma completa, repugnante el hecho de que, durante los
últimos 30 años, se hayan gastado literalmente miles de millones en la
manutención de departamentos e investigadores de la educación, para dar ideas,
crear metodologías, acciones para entender cuáles son los mejores métodos
educativos sin haber producido un cambio fundamental en los resultados y
problemas escolares mientras la desigualdad social – los que tienen y los que
no - nunca aparezca en el mapa de las razones del fracaso escolar.
Todos los
jóvenes son extremadamente conscientes de su realidad social: de que los
jóvenes tienen que competir contra el otro, de que esto es un mundo donde todos
son enemigos de todos, donde los objetivos de futuro son personales y no
colectivos. En los estudios sobre la
educación esta realidad objetiva rarísimamente aparece en el cuadro: que las
condiciones en las cuales los jóvenes viven y estudian (y sus resultados) dependen
directamente de donde les ha tocado nacer.
Esto les hace cínicos y tratar de motivar al cínico es una aspiración de
idiotas.
Las
élites – ejecutivos y potentados pero también periodistas, abogados, políticos,
profesores, etc - que son como una auténtica gran familia, reducida pero
numerosa (un asunto real al que más tarde o más temprano le llegará su
resolución en el mundo – no es ciego optimismo lo mío; es simple lógica
histórica) gustan de hacer una gran celebración bombástica cada vez que uno de
los hijos de los pobres alcanza un puesto entre la elite intelectual o
financiera – sobre todo si ha sido gracias a su dinero (Pierre Bourdieu). Pero la verdad es que estos casos aislados no
son más que patéticas excepciones que confirman la regla. La incontestable realidad es que tanto los
hijos tontos como los hijos listos de la gente de a pie no tienen ninguna
posibilidad compitiendo contra los hijos tontos de la élite – y no digamos con
los hijos listos de la élite que son los menos. Esto está totalmente omitido del cuadro de las
metodologías presentadas para practicar “una buena educación” y la conferencia
de ayer no fue una excepción.
La
educación es fundamental en formar y practicar esa imaginación para un mundo futuro
sin capital, sin diferencia de clases, sin enemigos, un mundo de colaboración común, con objetivos comunes; un
futuro donde la cultura no es de clases sino humana. Y en ese plan la educación no tiene futuro
sin Drama. Solo Drama hace que ese plan
sea serio e integral. Como dice Bond, el
ser humano es la especie dramática.
Drama
es ese pequeño espacio, como un hueco pequeño inmune a la ideología, donde la
imaginación encuentra la razón; Drama es el texto de lo moral y la justicia –
pero en Drama no hablamos de la moral de Kant ni de la ley ni tampoco de la
genética, porque el origen de lo moral en Drama es el ser humano. Solo Drama – ese de Eurípides, Sófocles,
Shakespeare y ahora Bond – es capaz de representar nuestro caos económico y
cultural. Más que nunca necesitamos
desvelar, descifrar creativamente
ideología y solo Drama puede hacerlo con y para nosotros.
Pronto
empezaremos a ensayar sistemáticamente su obra The Edge. Bond me tiende un cable y me dice:
Drama es el sitio de las paradojas: el actor
pregunta cómo entender el carácter, la criatura aprisionada en el papel, para
poder hacerle propio: pero la paradoja es que a menudo el carácter sabe más
acerca del actor de lo que el actor sabe de sí mismo, y por eso el actor
necesita encontrar que le está diciendo el carácter. Pienso que los ensayos es el proceso más
importante en Drama y muchos actores no disfrutan de un buen proceso.