patio bondiano

lunes, 19 de noviembre de 2012

CONOCER DÓNDE ESTAMOS Y POR QUÉ


He encontrado un documental tremendamente interesante sobre la vida del especulador sin escrúpulos, contrabandista y criminal de lesa humanidad, financiero de los golpistas, multimillonario Juan March, el fundador de la así llamada “prestigiosa Fundación March”.  Y lo cuelgo aquí por una razón bien definida en la filosofía Bondiana: conocer dónde estamos y por qué.   

Con Bond el sitio necesita ser percibido como TOTAL:  es donde se encuentra simultáneamente el pasado, presente y futuro.  Uno no tiene sentido sin los otros: estas en Auschwitz, en unos grandes almacenes, y en el año 2077, todo en el mismo sitio.  El sitio – donde el drama sucede, donde es expuesto, donde se representa la pregunta que nos humaniza -  es para la filosofía bondiana como el agua al pez.  En su último ensayo, “La Última Palabra,” (noviembre, 2012) Bond explica esto de forma brillante – y que incluiré aquí tan pronto como encuentre tiempo para traducirlo. 

Bond siempre ha arremetido furiosamente contra el escenario de la modernidad, contra el teatro moderno.  Ahora con esta gran crisis, en sus  últimos escritos todavía no publicados, lo encuentra de una prioridad y urgencia absoluta.  Dice Bond:

El escenario moderno es un revoltijo de desechos - montones de basura desechados que nadie quiere porque nadie necesita. La gente rebusca en esta basura con la esperanza de encontrar una pista sobre lo que son. Es un teatro de los síntomas. En el mercado de masas no es sino un placebo que da la ilusión de existir.  (… ) El mercado destruye la fuente de la presencia humana.  (Bond:“La Última Palabra,” noviembre, 2012)

Aquí en España, como en el resto del mundo, estamos rodeados de síntomas que certifican la existencia de un cáncer.  Pero el cáncer tiene unas causas, el pasado; unos efectos, el presente; una lógica resolución, o efecto, el futuro.  La lógica forma parte tanto del Gran Drama de los antiguos griegos como de los jacobeos como Shakespeare.  Confrontada con la lógica, la ideología se desmorona, es incapaz de producir sus efectos perniciosos.

¿Pero por qué la estructura social española, su realidad basada en la naturalización del crimen, es especialmente interesante?  ¿Es diferente de otros lugares o países?  No, es exactamente la misma; tanto los síntomas como las causas son calcados.  Pero la historia moderna de España define, declara con claridad, sin tapujos, alto y claro, de que estopa está hecho el sistema social de los últimos 60 años.
El documental, “Joan March, los negocios de la guerra” (televisión catalana, 2003) – que yo llamaría “historia repugnante de un síntoma”, no tiene desperdicio. 



El momento espeluznante de este documental se me ha desvelado cuando una profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo (sobrina del ex presidente Calvo-Sotelo, pero más llamativo, diputada del PSOE) se atreve a afirmar que, dado que March financiaba tanto a la izquierda como a la derecha, no cree “que March tuviera ninguna ideología o política definida”.  Debería haber reflexionado más lo leído la “profesora” durante sus años universitarios ¿Qué es sino la ideología burguesa?  Los burgueses, dueños del Gran Capital, siempre – siempre- han querido hacer creer que tanto ellos, los dueños, como sus agentes, ocupan un lugar “neutral” que no se mezcla en las “políticas” – es decir, acumular posesiones, mantener la situación establecida y las leyes que protegen sus propiedades y la consecución de la situación.  Efectivamente, como trata de perpetrar la misma “profesora.”  ¿Por qué este momento y no otros de todos los momentos obscenos que forman la historia de Juan March?  Porque cuando la profesora dice que March no tiene ninguna ideología o política definida, está confirmando el "sitio" en la Tragedia de Bond - y ese de Sófocles -  donde el pasado, el presente y el futuro confluyen en un solo punto. 


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miércoles, 7 de noviembre de 2012

ARTÍCULO ACERCA DE 'SAVED'


From the Telegraph

My play predicted the riots

Edward Bond tells Dominic Cavendish why his play 'Saved’, which outraged Sixties audiences, is more relevant than ever.

'Might as well enjoy ourselves’: stoning a baby to death in the notorious scene from Edward Bond’s 1965 play 'Saved’
'Might as well enjoy ourselves’: stoning a baby to death in the notorious scene from Edward Bond’s 1965 play 'Saved’  Photo: Morris Newcombe / ArenaPAL
Edward Bond wasn’t there on the first night of Saved, the play that made his name and helped remake British theatre at one fell swoop. On November 3 1965, when the Royal Court unveiled what ranks among the most controversial and influential dramas in its history, still notorious for its pivotal scene in which a group of young working-class men casually torment and then stone to death an abandoned baby in its pram (“Might as well enjoy ourselves”), he was at home.
What was he doing? I ask him. Was he pacing about, fretfully waiting to hear how it had gone? Bond, now 77, and with well more than 40 plays to his name, taps his forehead and a smile creeps across his thin lips: “No – I was already getting on with my next one.” He gleaned from others the appalled response of some of the spectators – as the Daily Mail critic reported: “It is not often in that hardened audience that you hear the cry 'Revolting’ and 'Dreadful’ and the smack of seats vacated, but you did last night.”
Was Bond surprised at the outrage that followed? Yes, he says. “To me, the play was perfectly obvious. I think a lot of the reviews were vitriolic because I had disturbed something – Saved is telling you something you need to know. What you do is push the contradictions in society to an extreme and out of that extreme you can say, 'this is what is happening to you’.”
A major revival this month by Sean Holmes at the Lyric Hammersmith stirs questions about the impact it had then, and what it might achieve now – and invites, from the author, memories about being caught up in a cause célèbre that was instrumental in ushering in the end of theatrical censorship.
Bond recalls the “intellectual anger” that seized him when he saw the blue pencil lines the Lord Chamberlain’s office had marked on the script with suggested cuts. His refusal to amend it in any way – “I would not alter one full stop” – and the consequent decision to present Saved as a “club performance” for members-only, and subsequent prosecution of the director William Gaskill, galvanised a parliamentary review of the law, eventually resulting in the abolition of censorship in the 1968 Theatres Act.
While Saved may be much heard of, it’s seldom seen. Its last London showing was 27 years ago – again at the Royal Court. When you hear Bond talk in scathing terms about that production, directed by Danny Boyle – (“They didn’t understand it at all, how it’s structured, how it works, what it’s saying”) – you grasp why he has been reluctant to let others near it – and why he has earned a reputation as one of theatre’s prickliest customers. The Court’s then artistic director Max Stafford-Clark has described him as “the most difficult person I have worked with in 40 years”.
So why grant approval for another look at it now? Bond admires Holmes, who directed a Chichester revival of another of his finest works, The Sea (1973), a production he glowingly contrasts with a recent West End attempt he refused even to attend, having watched a run-through in dismay. But it’s the times, more than the suited temperament of his younger collaborator, that have changed him: we owe this rare sighting of Saved to Bond’s disgust at the Coalition.
Shifting from wryness into incandescence, his pale blue eyes glinting with fury through his spectacles, he says: “It occurred to me when the present government got in that it was going to be the worst government since the 1930s because it doesn’t know what it’s doing. Laurence Olivier said that Saved was a warning about what will happen. The play is more relevant now. I’m certain of that. There’s a huge hollowness in our society.”
There’s a point of connection, he believes, between the action of the youths in his play and the August riots. “Those girls out there, those guys – were they acting politically? You have to say “No – they don’t understand their political situation”. They didn’t find out where the bankers are living – they turned on their neighbours. They started destroying themselves – and that’s what happens in this play. The guys kill the baby in order to gain their self-respect. That seems like a total contradiction. That baby is dirty, inarticulate, unable to control its situation.”
So it becomes an emblem of their helplessness? “Absolutely that – and that’s what happened in those riots. It’s going to get worse. I don’t know what will happen, but I do know that we are driving straight at that brick wall.”

domingo, 4 de noviembre de 2012

Aprendiendo a caminar hacia Bond


Muchos ayudan en el camino hacia Bond.  Este vídeo de Calle 13 ciertamente ayuda -- y produciendo grandes emociones.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Pequeña nota al actor J. Manuel del Patio Edward Bond


J Manuel,

Es un privilegio trabajar contigo así que no te preocupes.  Yo te pediré hacer mil cosas diferentes porque yo también necesito probar que es lo que necesitamos en el drama del siglo XXI – que es lo que busca Bond y por ahora no es nada de lo que se está haciendo en teatros y performances y el resto, ni siquiera aquello que están haciendo diariamente otras compañías dedicadas a Bond.  Pero al final el actor hará lo que tiene que hacer.  Algún día aparecerá esa forma de hacer drama donde los humanos podamos darnos un respiro fuera de la ideología.

Yo te pediría que no le dieras ninguna importancia al juicio que otros hagan de ti.  Esto es muy importante como actor.  Tienes que darte a ti mismo importancia y a las cosas y detalles que haces para los demás.  Incluso al acto de encender una cerilla, si se hace con la importancia debida, se convertirá a los ojos de la gente en el acto más importante jamás visto.

Ves, no es que seáis mejores o peores actores.  Es cierto que las obras de Bond necesitan grandes, grandísimos actores, pero los grandes actores que todos conocemos están llenos de trucos y de mentiras.  Funcionan y lo que hacen es poner esos trucos al servicio de la ideología más dañina que hay y que ha habido, la ideología burguesa (y la ideología les remunera generosamente.)  Si tuviera que trabajar con grandes, famosos actores con las obras de Bond sería un enorme privilegio – porque tienen las habilidades – pero también un enorme problema porque les pediría no hacer todo eso que precisamente les hizo famosos y se ofenderían muchísimo – se ofenden muchísimo los novatos imagínate los profesionales.  Muchos de los grandes actores británicos que hoy conocemos de Hollywood empezaron siendo actores bajo la dirección de Bond en los buenos tiempos de los grandes teatros ingleses como la Royal Court o The National o la Shakespre Co. – gente como Gary Oldman or Bob Hoskins.  Pensaban que Bond era imposible y prefirieron seguir insultando al espíritu de la democracia y el drama y hacer dinero fácil.    Bond era para ellos muy difícil ya que no comprometía su obra con nada o nadie. Yo creo que al final, aunque los ricos sean los otros, el tiempo le ha dado la razón a Bond.

Lo digo con cierta incomodidad pero lo tengo que decir porque puede que ayude a otros.  Bond es un autor formidable y si hubiese querido y hacer el juego de otros escribiendo para alimentar a la máquina del infantilismo, hoy sería muy rico.  Y Bond es perfectamente consciente de ello como me ha dicho en varias conversaciones (yo entiendo esto muy bien por mis propias experiencias personales como actor – que, en el mundo del teatro, del cine, de la industria cultura, probablemente son la peor clase de experiencia).

Y esto es importantísimo y condensa todo el drama de Bond - como lo es en ese de Sófocles o Eurípides: tienes que escoger entre hacer el bien o hacer el mal.  Es tu elección y solo tú eres responsable de tus actos.  Nietzsche era un evaluador más que un filósofo y llegó a la conclusión de que si llevas el acto de ser honesto contigo mismo hasta sus límites más extremos, te rasgarías las vestiduras, te arrancarías los pelos y llorarías durante días como un niño hambriento.  Pero que después simplemente serías un verdadero ser humano.  En esta sociedad corrupta escoger entre hacer el bien o el mal no es nada, pero que nada fácil. Con el drama de Bond al menos tenemos un sitio donde explorar esta elección. 

Yo también sufro de contaminaciones.

Salud.
C.
(Manuel, voy a colgar esta nota en el blog.  Puede que sea útil a alguien)

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