patio bondiano

domingo, 8 de enero de 2017

La bella pureza de “Einstein on the Beach” - pero transportado al Gran Contenido-Drama realista de Edward Bond. UNA ASPIRACIÓN CONTINUA.

Estoy en un hotel en Amiens. Es uno de los días de nuestra visita, invitados a representar y compartir nuestra obra “Al Límite” de Edward Bond. Es tarde. Estoy cansado, mal resfriado y al día siguiente tengo que presentar mi perspectiva sobre el drama de Bond. Tomo unas pastillas. La habitación del hotel es muy digna – incluye una gran televisión. Necesito dormir pero estoy pendiente de las noticias. Trump podría ganar las elecciones – como de hecho hizo pocas horas después.

(Televisión Francesa. Opera de Philip Glass. 
 Grabado en el Teatro de Chátelet el 7 de enero del 2014.)

Cambio de canales y ahí estaba la ópera de Philip Glass “Einstein on the Beach.” Es de una belleza y pureza extraordinarias. Me ha enganchado. A veces incluso olvido respirar. Acaba. Y al final me siento con una sensación que ya conozco muy bien: emocionado pero extrañamente vacío - como al final de un esplendido despliegue de fuegos artificiales.

Aunque un tipo de trabajo como “Einstein on the Beach” de Glass no es nuevo para mi. Su formato en que lo conceptual y lo simbólico se lleva a sus más amplios extremos y pureza eran, cuando joven, una aspiración para mi – antes de encontrar a Edward Bond y los estudios sobre la tragedia que lo precedieron. Me forcé a que la danza y la música formasen una parte importante de mi entrenamiento como actor – y con grandes sacrificios físicos y económicos.

No tengo dudas de que, si no me hubiese importado engañarme a mi mismo – y de paso a todo el mundo – y hubiese tomado el camino conceptual – ese iniciado por Duchamp – de la performance art, habría hecho mejor carrera – al menos académica.

Pero un día, como una pared de ladrillos, te golpea la realidad: lo conceptual y simbólico en sí no va más allá de una superficial narrativa personalizada. Porque como algunas personas y en la situación adecuada, yo también podría vivir una tremenda experiencia emocional poética: una bolsa de basura que esta siendo movida en el espacio por el viento con movimientos aleatorios y sin rumbo puede llevarme a las lágrimas. Si además le incluyes una particular música de fondo podrías lanzarme a experimentar el sublime. Pero no es más que eso: mi experiencia como individuo solo en el mundo. Y es que en esta sublimación del individualismo o de-lo-individual hay una trampa aterradora.

Porque la urgencia es otra; los anhelos son otros mucho más importantes: cambiar la realidad e imponer a las audiencias que tomen elecciones responsables para su futuro y el futuro de sus retoños SOLO es posible a través del GRAN DRAMA. Esto lo tenemos al alcance de la mano en la genialidad de las obras de Bond. El problema es CÓMO transmitir la importancia de este UTENSILIO (que es lo que el Gran Drama es: utensilios) a otros.

Cuando la opera de Glass acaba, hago algunas anotaciones:

Incluso si es Performance Art en su formato más puro, logra mostrarse a sí mismo como muy importante: Un Einstein tocando el violín; jueces que promulgan la ley; burócratas como felices robots. La repetitiva armonía llena de símbolos; el tren; el gran reloj. Es muy impresionante.

Pero se me ocurre que es como si estuviese testimoniando, sobrecogido, a un niño que me hace saber tiene algo muy importante que decir – algo importante al nivel universal – pero que no tiene la competencia alfabética para decirlo. Y el niño lo intenta con todo su ser – y es fantásticamente fascinante observar – pero uno no logra entender. El niño no será capaz de decirte lo que quiere decir. Y, cuando acaba, a ti te va a dejar divagando “el niño tenía algo tremendamente importante que decirme, pero no pudo.”

Lo gracioso es que probablemente el propósito del niño era precisamente no decirte nada.

Pero su totalidad – la experiencia de ver al niño intentando decirte algo que podría ser tan importante – es pura belleza. En la ópera es como si la fórmula E=mc² pudiese ser explicada bailando.

Hay un sorprendente equilibrio emocional.

Lo mio es el viejo truco de Brook: No sé que es lo adecuado hasta que no lo veo; pero sé muy bien lo que NO SE DEBE HACER en una obra de Bond. Pero me gustaría encontrar el espacio y los actores para demostrar que el Gran Drama Bondiano sería mucho más grande y más útil si pudiese representarla con esa pureza que emana “Einstein on the Beach.” Sería un proyecto de una extensión formidable – porque los actores y actrices necesitarían desarrollar, con mucha paciencia, todo un nuevo tipo de enfoque, de “habitus.”

(Si puedes ver en su totalidad la opera de Glass, hazlo en soledad y si es posible, no en tu teléfono, sino en una pantalla.)