Estoy en un hotel en
Amiens. Es uno de los días de nuestra visita, invitados a
representar y compartir nuestra obra “Al Límite” de Edward Bond.
Es tarde. Estoy cansado, mal resfriado y al día siguiente tengo
que presentar mi perspectiva sobre el drama de Bond. Tomo unas
pastillas. La habitación del hotel es muy digna – incluye una
gran televisión. Necesito dormir pero estoy pendiente de las
noticias. Trump podría ganar las elecciones – como de hecho hizo
pocas horas después.
(Televisión Francesa.
Opera de Philip Glass.
Grabado en el Teatro de Chátelet el 7 de
enero del 2014.)
Cambio de canales y ahí
estaba la ópera de Philip Glass “Einstein on the Beach.” Es de
una belleza y pureza extraordinarias. Me ha enganchado. A veces
incluso olvido respirar. Acaba. Y al final me siento con una
sensación que ya conozco muy bien: emocionado pero extrañamente
vacío - como al final de un esplendido despliegue de fuegos
artificiales.
Aunque un tipo de trabajo
como “Einstein on the Beach” de Glass no es nuevo para mi.
Su formato en que lo conceptual y lo simbólico se lleva a sus más
amplios extremos y pureza eran, cuando joven, una aspiración para mi
– antes de encontrar a Edward Bond y los estudios sobre la tragedia
que lo precedieron. Me forcé a que la danza y la música formasen
una parte importante de mi entrenamiento como actor – y con grandes
sacrificios físicos y económicos.
No tengo dudas de que, si
no me hubiese importado engañarme a mi mismo – y de paso a todo el
mundo – y hubiese tomado el camino conceptual – ese iniciado por
Duchamp – de la performance art, habría hecho mejor carrera – al
menos académica.
Pero un día, como una
pared de ladrillos, te golpea la realidad: lo conceptual y simbólico
en sí no va más allá de una superficial narrativa personalizada.
Porque como algunas personas y en la situación adecuada, yo también podría
vivir una tremenda experiencia emocional poética: una bolsa de
basura que esta siendo movida en el espacio por el viento con
movimientos aleatorios y sin rumbo puede llevarme a las lágrimas.
Si además le incluyes una particular música de fondo podrías
lanzarme a experimentar el sublime. Pero no es más que eso: mi
experiencia como individuo solo en el mundo. Y es que en esta
sublimación del individualismo o de-lo-individual hay una trampa
aterradora.
Porque la urgencia es
otra; los anhelos son otros mucho más importantes: cambiar la
realidad e imponer a las audiencias que tomen elecciones responsables
para su futuro y el futuro de sus retoños SOLO es posible a través
del GRAN DRAMA. Esto lo tenemos al alcance de la mano en la
genialidad de las obras de Bond. El problema es CÓMO transmitir la importancia de este UTENSILIO (que es lo que el Gran Drama es: utensilios) a otros.
Cuando la opera de Glass acaba,
hago algunas anotaciones:
Incluso si es Performance
Art en su formato más puro, logra mostrarse a sí mismo como muy
importante: Un Einstein tocando el violín; jueces que promulgan la
ley; burócratas como felices robots. La repetitiva armonía llena
de símbolos; el tren; el gran reloj. Es muy impresionante.
Pero se me ocurre que es
como si estuviese testimoniando, sobrecogido, a un niño que me hace saber tiene algo muy importante que decir – algo importante al nivel
universal – pero que no tiene la competencia alfabética para
decirlo. Y el niño lo intenta con todo su ser – y es
fantásticamente fascinante observar – pero uno no logra entender.
El niño no será capaz de decirte lo que quiere decir. Y, cuando
acaba, a ti te va a dejar divagando “el niño tenía algo
tremendamente importante que decirme, pero no pudo.”
Lo gracioso es que
probablemente el propósito del niño era precisamente no decirte
nada.
Pero su totalidad – la
experiencia de ver al niño intentando decirte algo que podría ser
tan importante – es pura belleza. En la ópera es como si la fórmula E=mc²
pudiese ser explicada bailando.
Hay
un sorprendente equilibrio emocional.
Lo
mio es el viejo truco de Brook: No sé que es lo adecuado hasta que
no lo veo; pero sé muy bien lo que NO SE DEBE HACER en una obra de
Bond. Pero me gustaría encontrar el espacio y los actores para
demostrar que el Gran Drama Bondiano sería mucho más grande y más
útil si pudiese representarla con esa pureza que emana “Einstein
on the Beach.” Sería un proyecto de una extensión formidable –
porque los actores y actrices necesitarían desarrollar, con mucha
paciencia, todo un nuevo tipo de enfoque, de “habitus.”
(Si
puedes ver en su totalidad la opera de Glass, hazlo en soledad y si
es posible, no en tu teléfono, sino en una pantalla.)