patio bondiano

sábado, 27 de octubre de 2012

Siguiendo en el camino.


Las últimas semanas he abandonado este blog.  La familia por una parte, escritos atrasados y las muchas faenas triviales diarias son una continua traba – compaginar imperativos intelectuales con los imperativos de tener una familia es muy difícil.  Esto no debería ser así pero lo es. 

Mi abandono es momentáneo porque pronto empezaré a colgar aquí importante material.
Durante las últimas semanas Bond ha estado muy activo y me ha enviado volúmenes de correspondencia con valiosísima información, acerca de Drama, de filosofía, de los desafíos.  Soy muy afortunado porque leer a Bond es lo que más me llena y él me lo envía directamente a casa.  Como músico, escuchando y estudiando  el contrapunto de Bach llego a apreciar el resto de la música como infantil; con Bond experimento exactamente lo mismo.

Bond está preocupadísimo por la situación actual del teatro – aunque siempre lo ha estado, pero, como él dice, ahora estamos viviendo las primeras crónicas de la tercera crisis de la civilización.  Vivimos una situación extremadamente crítica en Europa y en este encuadre el teatro se vuelve fundamental.  Pero el teatro en su casi totalidad aquí y allí sigue siendo un teatro de síntomas y por eso siente la importancia de su palabra.  Esto es porque la gente del teatro está totalmente incrustada en la filosofía de mercado.  Esto convierte todo lo que se toca en producto de consumo y desecho.  El teatro que se llama así mismo político, agit prop, es en realidad un teatro de síntomas, no político; está integrado en su totalidad en la cultura de consumo.  Esto ofende a muchos que pasan su vida creyendo hacer lo contrario, lo ético.  Pero la evidencia es apabullante.  La tragedia Griega y esa Jacobea eran políticas.  Necesitamos encontrar, desarrollar y practicar un método actual para sentir esa melancolía por ser un ser humano. 

Pero la ideología, como nos enseñó Lukacs, empapa todo.  Por eso Bond comunica una posición innegociable: porque su obra puede ser malinterpretada muy fácilmente y, como el mismo me dice, “el peligro es que fácilmente me encuentro con un resultado que es lo opuesto de mi intención.”  Esto es la fuerza que incita a Bond a producir volúmenes sobre su obra y a estar muy pendiente de su producción, ya sea personalmente o con escritos. 

Bond me honra con su confianza – pero esto no ha sido regalado, producto del capricho del autor.  El conoce bien mis escritos y la interpretación que hago de su obra.  Bond simplemente dice lo que yo quiero decir, pero muchísimo mejor.  Así que en realidad, su existencia, su ethos, su sentido de la ética, su filosofía innegociable, su obra es para mí un gran alivio. 

He dicho esto antes aquí: Kant argumentaba en su tiempo que la gente eran incapaces de imaginar un futuro sin dios y que esto formaba los valores morales de la época.   Mi argumento es que ahora la gente es incapaz de imaginar un futuro sin capital y que esto es lo que forma, no solo los valores morales, sino el todo.  Como me dijo Bond, esta idea sintetiza lo que es el valor final de su obra: lo ético. 

Ayer estuve en una conferencia sobre educación.   Estaba dirigida fundamentalmente a alumnos de bachillerato del instituto de mi hijo.   El título “Ciencias y cultura para los que se lo merecen” era suficiente provocador para llamar mi atención.  Se confirmó, como esperaba, que el título debía ser entendido en un contexto irónico – que en realidad todos nos las merecemos.    Pero por millonésima vez acabé decepcionado.  El conferenciante  intentaba motivar al estudiantado apuntando hacia una serie de situaciones e ideas que son comunes a todos los países y comunidades: “creciente desinterés, falta de exigencia, sacrificio, etc,”.  En definitiva, eso que esta tan de moda en los países anglosajones, y que es parte de la ideología burguesa pura y dura, “motivar hacia la excelencia” – pero obvian decir que esa “excelencia” está enfocada hacia el triunfo en los mercados, raramente hacia el humanismo y el bien colectivo. 
La inutilidad del mensaje del conferenciante se confirmó en el hecho de que, como en todos los casos – es decir, en toda  la investigación en la educación, conferencias, raciocinios de los metodólogos que he tenido la oportunidad de investigar personalmente durante años – lo más importante nunca es tocado: la desigualdad social extrema como parte naturalizada de nuestras vidas. 

Es, para decirlo de una forma completa, repugnante el hecho de que, durante los últimos 30 años, se hayan gastado literalmente miles de millones en la manutención de departamentos e investigadores de la educación, para dar ideas, crear metodologías, acciones para entender cuáles son los mejores métodos educativos sin haber producido un cambio fundamental en los resultados y problemas escolares mientras la desigualdad social – los que tienen y los que no - nunca aparezca en el mapa de las razones del fracaso escolar.
Todos los jóvenes son extremadamente conscientes de su realidad social: de que los jóvenes tienen que competir contra el otro, de que esto es un mundo donde todos son enemigos de todos, donde los objetivos de futuro son personales y no colectivos.  En los estudios sobre la educación esta realidad objetiva rarísimamente aparece en el cuadro: que las condiciones en las cuales los jóvenes viven y estudian (y sus resultados) dependen directamente de donde les ha tocado nacer.  Esto les hace cínicos y tratar de motivar al cínico es una aspiración de idiotas.

Las élites – ejecutivos y potentados pero también periodistas, abogados, políticos, profesores, etc - que son como una auténtica gran familia, reducida pero numerosa (un asunto real al que más tarde o más temprano le llegará su resolución en el mundo – no es ciego optimismo lo mío; es simple lógica histórica) gustan de hacer una gran celebración bombástica cada vez que uno de los hijos de los pobres alcanza un puesto entre la elite intelectual o financiera – sobre todo si ha sido gracias a su dinero (Pierre Bourdieu).  Pero la verdad es que estos casos aislados no son más que patéticas excepciones que confirman la regla.  La incontestable realidad es que tanto los hijos tontos como los hijos listos de la gente de a pie no tienen ninguna posibilidad compitiendo contra los hijos tontos de la élite – y no digamos con los hijos listos de la élite que son los menos.  Esto está totalmente omitido del cuadro de las metodologías presentadas para practicar “una buena educación” y la conferencia de ayer no fue una excepción.

La educación es fundamental en formar y practicar esa imaginación para un mundo futuro sin capital, sin diferencia de clases, sin enemigos, un mundo de  colaboración común, con objetivos comunes; un futuro donde la cultura no es de clases sino humana.  Y en ese plan la educación no tiene futuro sin Drama.  Solo Drama hace que ese plan sea serio e integral.  Como dice Bond, el ser humano es la especie dramática. 
Drama es ese pequeño espacio, como un hueco pequeño inmune a la ideología, donde la imaginación encuentra la razón; Drama es el texto de lo moral y la justicia – pero en Drama no hablamos de la moral de Kant ni de la ley ni tampoco de la genética, porque el origen de lo moral en Drama es el ser humano.  Solo Drama – ese de Eurípides, Sófocles, Shakespeare y ahora Bond – es capaz de representar nuestro caos económico y cultural.  Más que nunca necesitamos desvelar, descifrar creativamente ideología y solo Drama puede hacerlo con y para nosotros. 

Pronto empezaremos a ensayar sistemáticamente su obra The Edge.  Bond me tiende un cable y me dice:

Drama es el sitio de las paradojas: el actor pregunta cómo entender el carácter, la criatura aprisionada en el papel, para poder hacerle propio: pero la paradoja es que a menudo el carácter sabe más acerca del actor de lo que el actor sabe de sí mismo, y por eso el actor necesita encontrar que le está diciendo el carácter.  Pienso que los ensayos es el proceso más importante en Drama y muchos actores no disfrutan de un buen proceso. 

Naturalmente que realizar Bond es difícil.  Requiere confrontar ideas formidables.  No solo debemos imaginar al otro, debemos imaginar al otro imaginando. 
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