patio bondiano

sábado, 18 de mayo de 2013

REALIDAD Y REALISMO: EDWARD BOND'S "GRASS" (HIERBA)

INTRODUCCIÓN.


La correspondencia que he tenido con Bond desde el 2002 ha sido y es intensa.  La considero una mis pocas y más preciadas posesiones sin dudas añade trascendencia a los estudios dramáticos del gran autor.  Merecería ser de utilidad pública, de forma adecuada, cronológica y comedidamente contextuada. 

Porque leer y escuchar a Bond es más que un privilegio; es luz y esperanza en un mundo tóxico en tinieblas.  Pregúntate, ¿qué es filosofía?  La gran filosofía nos dice aquello que está ya dentro de nosotros, que ya sabemos — es conocimiento cognitivo.  Por supuesto, la idea ya existente en nuestro ser tiene forma abstracta y sin entrenamiento intelectual permanece aletargada — y pensar, realmente pensar, es el ejercicio humano más agotador, con mucho.  El filósofo simplemente ha adquirido unas herramientas semánticas con las que es capaz de concretizar la abstracción  ¿Prueba?  Seguro que toda mente inquieta, leyendo por primera vez una gran idea filosófica, se ha encontrado exclamando a sí mismo “¡Ah, es verdad!” como una explosión reveladora.  Ese “¡Ah, es verdad!” solo confirma que en nuestras mentes hay mucho más conocimiento de lo apreciado.  Esto sucede leyendo a Nietzsche: nunca quedará claro si era filósofo o poeta.  La gran poesía contiene intrínsicamente gran filosofía.  Bond nos ofrece una gran filosofía de drama, no por filósofo, sino como poeta. Pero un poeta materialista en el sentido marxista, un realista, “un melancólico del futuro” come dice él mismo.  Que no es otra cosa que saber, de una forma incluso dolorosa, urgente, que si las sociedades humanas no se esfuerzan por construir un futuro socialista y puramente democrático —porque uno no funciona sin el otro —, vamos hacia el horror, vamos hacia el abismo.  Y es esa honestidad de Bond, a veces brutal, intransigente, que no negocia, que al decirlo no mira si eres amigo o enemigo, con la que finalmente me he sentido en casa, en buen puerto —porque lo primero en drama no es la adulación, o las alianzas, o el beneficio, o la seguridad, sino la idea.

Desde temprana edad, en una sociedad de clases, los que como yo vienen de las clases trabajadoras más humildes, pronto aprendemos a recibir golpes en cada poro de nuestro cuerpo y psique: nos engañan, nos abusan, nos dirigen con sofisticadas formas de violencia, desde la educación institucionalizada hasta los empleos.  Nos colocan en un mundo donde todos somos enemigos de todos, donde competir por limitados recursos con toda clase de sucias estratagemas es legitimado y naturalizado por una ley que no nos ha preguntado ni por nuestro nombre; por una ley que ofrece venganza como justicia.  La ilusión es llevadera porque la mentira está estetizada.   Un fantástico melodrama; una gran soap-opera.  Lo llaman “igualdad de oportunidades”.    Sin darnos cuenta, nos convierten en cómplices de corrupción, nos enseñan a mentir y a aceptar mentiras como parte de una regla no escrita pero que todo el mundo sabe.  Para cuando somos adultos hemos aprendido que es imposible fiarse del “otro”, que hay tácticas y “buenos modales” que deben ser utilizados para seguir viviendo.  El teatro burgués es el gran celebrador de estas maestrías, del melodrama, de lo sutil, del gesto que significa su opuesto, de la máscara encima de la máscara, de leer entre líneas.  Una mentira dicha millones de veces que, con sus dos siglos de historia, desde su emancipación del yugo monárquico, se ha convertido en la gran verdad universal: capitalismo.  Como Nietzsche ya intuía, una sociedad capitalista es una sociedad en continuo estado de guerra.  Y como la guerra, es adictiva.  Como el drogadicto con su adicción, requerirá un esfuerzo sobrehumano y determinado para hacer una ruptura absoluta, para finalmente seguir construyendo episodios en la historia humana.  

En el siguiente poema, Grass, Bond nos habla magistralmente de esto.  Es un regalo que Bond me hizo cuando, en el año 2008, tuve que venir a España seis meses con mis hijos.  Bond espera que le escriba a menudo contándole de mis días a días, de mis ideas e impresiones.  Después de tantos años de ausencia, me tuve que enfrentar de nuevo con la burocracia española.  Con hijos, la escolarización, la seguridad social, homologaciones, los derechos y obligaciones, se convierten en bacanales de papeles, timbres, fotocopias, certificados, autentificaciones de identidad y bla, bla, bla.  En mis cartas le contaba a Bond de como impasibles trabajadores del aparato burocrático te mandaban a sellar un documento a oficina A, para en A decirte que tenias que ir a B, donde te explicaban que era a cinco kilómetros en C, que no, que era en D, para en D decirte que era de vuelta en A, donde la misma persona que te mando a B con la misma mirada muerta, perdida, sin voz, finalmente te estampa el timbre en el documento, “firme aquí y aquí”, una copia para ella y otra para ti y “el siguiente”.  Es un material antropológico, sociológico formidable.  Porque hay una relación entre este absurdismo burocrático que todos los españoles de a pie sufren, y el ethos de los españoles en su conjunto, desorganizado, frenético, como en estado de continua histeria, pícaro pero apático, irrespetuoso hacia el otro y con cierto espíritu anárquico; cuando conducen, cuando conversan hablando unos encima de otros, ya sea en la calle, en casa, o en los medios; de que los actos opresivos, irracionales de las estructuras del poder terminan proyectándose a través de los sujetos a los que oprime.   Pero no ahora. 

Con esto en mente, Bond me dedicó el poema Grass:


Hierba (La)

No camines en la hierba
El letrero no dice que no camines en la hierba

Si caminas en la hierba serás fusilado
Toda persona que camine en la hierba será fusilada
No está permitido caminar en la hierba: los infractores serán fusilados al amanecer
Esta prohibido caminar en la hierba: penalización por desobediencia muerte a tiros
Prohibido caminar en la hierba: incumplimiento dará lugar a procesamiento y a muerte por un pelotón de fusilamiento
Los padres de cualquier niño que esté caminando saltando corriendo o arrastrándose sobre la hierba serán fusilados y sus niños llevados a un orfanato
Las sillas de ruedas no pueden ser conducidas o empujadas sobre la hierba: los usuarios o empujadores de este tipo de vehículos serán disparados y sus vehículos confiscados
Cualquier persona vagando sobre la hierba en estado de embriaguez será primero rehabilitada y después fusilada
No camines en la hierba: el coste de las balas es una carga para los contribuyentes
Camina por los senderos
Los senderos se han establecido para tu orientación y uso
Camina sobre la grava

El letrero no dice fusilar
El letrero dice por favor

La ley debe contener la liturgia y la boca hacerse agua

Come la hierba
Es tu pan de cada día

E Bond, 29 03 2008

domingo, 5 de mayo de 2013

CARTA DE EDWARD BOND EN DEFENSA DEL DRAMA EN LA EDUCACIÓN


INTRODUCCIÓN A LA CARTA.

Desde la filosofía bondiana continuamente insistimos en las diferencias entre drama y teatro.  Teatro, en el mejor de los casos, entretiene, describe síntomas sin tocar las causas, cree ser “político” anunciando conflictos de actualidad que ya están relatados en los medios, corre como un ratón en su pequeña noria, creyendo ir a algún sitio; teatro se define con una miríada de variedades pero sirviendo siempre a la ideología dominante.  Drama es democracia. Drama pone a sus caracteres en los extremos para definir qué significa ser un ser humano – como individuo y en su relación con la sociedad en que vive.  Drama evita triunfalmente toda ideología porque es estrictamente fiel a la lógica de la acción y el pensamiento - humano.  Drama expone el problema de ser un ser humano y lo hace creativo y así demuestra que no hay “naturaleza humana” porque el ser humano no persiste incambiable, sino que la sociedad en que vive lo cambia y el humano mismo cambia su sociedad y, en situación de libertad y justicia, la cambia creativamente.  Como nos dice Edward Bond “Drama crea la realidad” aplastando la noción ya milenaria de que hay algo ahí fuera que no es humano,  que es “trascendental”: fantasmas, espíritus, dioses, lo mágico y el resto. 
(Para no confundir: la experiencia de lo sublime es otra cosa de un valor humano inmenso.  Pero el sublime como experiencia humana -y experiencia extrictamente con aspiraciones socialistas y éticas, por mucho que les pese a los derechistas y conservadores de toda índole- requeriría para sí un largo ensayo - lee "Acerca del sublime y lo bello" de Edmund Burke para empezar.) 

El gobierno del Reino Unido quiere eliminar drama de la educación primaria y secundaria. 
La enseñanza de drama ha formado parte del curriculum desde hace tantos años que en el reino de las patatas con pescado (fish & chips) se acepta como parte de la educación tradicional pública.  Es la herencia de tantos años de lucha por pocos derechos sociales –que además los británicos han estado perdiendo a marchas forzadas desde la llegada de M. Thatcher,  marchas aceleradas sin oposición durante el régimen de T. Blair y que continúa con la presagiada actual alianza conservadores-liberales – y, por supuesto, sin oposición política.

Pero tenemos que matizar que tampoco estamos defendiendo lo que había.  Ni yo ni Edward Bond ni otros relacionados con Bond. La metodología de la enseñanza del Drama que yo mismo he presenciado – sufrido – observando a enseñantes de drama y de otras áreas dentro de las aulas británicas quedaba muy, muy lejos de las aspiraciones bondianas por un Drama de verdad en la educación (pero existiendo, siempre hay posibilidad de avanzar a mejor; si logran eliminar Drama de las aulas, efectivamente será una catástrofe y un regreso a una educación de pre-guerra - mucho más elitista de lo que ya es, que es muy mucho.)     

En la inmensa mayoría de los casos, la enseñanza de drama que tuve que observar, estaba en las manos de enseñantes licenciados que dejaron la universidad sin haber entendido las diferencias entre drama y teatro.  Eran más enseñantes confundidos, desencantados y desesperados por mantener su salario – y por lo tanto totalmente determinados a obedecer las indicaciones de directores o subdirectores de escuelas, más interesados en aplicar disciplina y control que en explorar con los más jóvenes los lenguajes de la democracia, de lo humano, de lo social, de lo político; es decir Drama – que apasionados practicantes.  Uno de los ejemplos más escandalosos que mantengo en mi memoria – y en mis escritos – es el de una enseñante de drama que, clase después de clase, a sus estudiantes de secundaria, la primera media hora les mantenía recortando con tijeras personajes de obras de Shakespeare sacados de alguna revista de dudoso origen – eran más vulgares caricaturas.  Y la segunda media hora mirando en una pantalla la corrupta versión hollywoodiense de la obra de Shakespeare relacionada con los previos recortes – en este caso Romeo y Julieta.  “¿Por qué no dejarles practicar algunas líneas de la obra o preparar alguna situación dramática de su elección,” pregunté teniendo que usar el máximo tacto.  “Porque si pasa el director y hay bulla me crea problemas y no merece la pena” contestó.  No es coincidencia que esta escuela estaba situada en uno de esos numerosos barrios británicos ocupados por la underclass, como les llaman los sociólogos anglosajones  (el subproletariado para nosotros): masas ingentes de desempleados crónicos – o de su opuesto: padres que nunca están en casa porque super-explotados en algún trabajo sin cualificaciones - de familias disfuncionales, sin aspiraciones, con antecedentes, barrios violentos con sus calles vacías – excepto por bandas de niños y niñas buscando vandalizar algo o a alguien hasta altas horas de la noche.  En estas escuelas los enseñantes tienen bastante con mantener a los críos en clase, observar si llegan con marcas – por maltratos – y que comen algo.  Innecesario decir que es precisamente en estos sitios donde Drama se vuelve de importancia capital.

Un profesor de drama ligado a una revista especializada recientemente pidió a Bond escribir acerca de esta amenaza.  Esta fue su respuesta:

CARTA DE EDWARD BOND, (16 de abril, 2013).  Traducción: Dr. J C Villa

Querido G.

[...]  Negar a los niños drama es negarles un derecho de nacimiento.  Si tenemos claro qué es drama y cómo se relaciona con la educación, lo que van a hacer sería impensable.

Los seres humanos son complicados.  Para ser seres humanos tenemos que reconciliar deseos y necesidades, la mente y el cuerpo, la conciencia y la reflexión, el ser privado y el de la comunidad, la realidad y la imaginación, lo conocido y lo desconocido, las herencias y el futuro, lo trágico y lo cómico, la celebración y la aflicción, debemos controlar el presente pero empezamos obedeciendo al nacer y terminamos obedeciendo al morir – y todo ello dentro de un cuerpo delicado y con una mente afectada por el error.  Estas cosas viven en un conflicto fatal.  Tienen que remediarse con un modo de vida viable.  La naturaleza no puede hacer esto porque soluciona sus problemas matando, por lo tanto los seres humanos deben trascender a la naturaleza misma.  Esto los humanos solo lo pueden hacer dramatizándose a sí mismos y a su situación.  Cada uno de nosotros debe dramatizar su propia vida pero también tenemos que compartir con las comunidades nuestras vidas y para lograr esto debemos dramatizar nuestros compartidos “yos”.  Esto crea cultura.  Que la cultura trasciende a la naturaleza es más que obvio.  Nada de lo que nos proporciona la naturaleza nos hace humanos, ningún gen u órgano (ni siquiera el cerebro.)  Nosotros nos hacemos humanos dramatizando los opuestos y las polaridades que he descrito.  Drama es la escena esencial de los conflictos y sin embargo es en el drama donde estamos todos unidos: somos la especie dramática.  Históricamente las culturas se convierten en ideologías las cuales requieren una conformidad informada y, en momentos de tensión, obediencia.  Pero no podemos vivir del pasado y para seguir siendo humanos las culturas deben cambiar.  Es la diferencia entre evolución e historia.  Drama es cambio, su esencia es la creatividad.  No obstante la creatividad requiere libertad y por eso no hay libertad sin drama.  Es de una importancia suprema que los procesos del drama no sean aprendidos y cultivados por los jóvenes solamente en las calles.   Eso llevaría, no a la supervivencia de los mejores, sino a la de los menos aptos, de los despiadados y violentos.  Drama no es entretenimiento – el corazón del drama es una exigencia intransigente por lo humano.  L@s niñ@s y adolescentes son capaces de afrontar esa exigencia sólo cuando esta forma parte del mundo afectivo y escrupuloso dentro de la escuela, de su educación general.  Es dentro de la seguridad de la escuela donde pueden hacer frente a la intransigencia de los clásicos – y practicar cómo vivir con esa intransigencia en los problemas dramáticos de sus propios tiempos.

Hay ironía en la presente amenaza de eliminar drama de las escuelas, de la educación.  Un gobierno conservador abandona la filosofía del conservadurismo – abandonando el pasado, no solo su herencia sino más peligrosamente los modos creados por el pasado para conservar el futuro.  Eso no puede hacerse a través de la enseñanza, adhiriéndose solo a los requisitos de fabricación y negocios - ya que estos solo pueden satisfacer nuestras necesidades.  Trascender nuestras necesidades y cumplir con nuestras aspiraciones humanas son la base de la civilización.  La base de la democracia es poder tomar decisiones, y ser responsable por esas decisiones; el mercado elimina esa base.  Solo la libertad puede hacer eso y no hay libertad sin drama.

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