patio bondiano

viernes, 28 de abril de 2017

ESTAMOS EN DEUDA CON BOND -- PERO NO TE LO DICEN



SEÑALES BONDIANAS –

Hay una estética o forma de representar en muchos de los mejores eventos actorales del espacio anglo sajón hoy, tanto en cine como en teatro, que tiene su origen en las páginas de la obras de Edward Bond - sobre todo de los años 70 y 80. El informado encontrará esta influencia incluso en las "producciones-basura-más-comerciales" -- a veces se descubre incluso en anuncios comerciales. Hay una escena antes y otra después de Bond. Sin obras como "Saved, "Lear" o "The Sea," muchos de los formatos más celebrados en la escena de los últimos 15 ó 20 años, habrían sido "otra-cosa."

Y sin embargo esto se ha declarado alto, claro y publicamente solo de forma excepcional. Una de las pocas personas que vino a admitirlo fue la ya fallecida Sarah Kane - ella misma una "suavizada" y joven versión de Bond. (Y más de una vez he conversado con alguna profesora de Dramaturgia de las “Escuelas Superiores de Arte Dramático” aquí en España que se auto-nominaban “expertas en Sarah Kane” pero nunca oyeron hablar de Bond. Esto en sí es extraordinariamente revelador.)

Los textos de Bond están escritos de tal forma, con tal maestría, que no admiten ni menos ni más: la contención de emociones y gestos, el ritmo y la fidelidad a la lógica que son también intrínsecas en Sófocles o Shakespeare y fuertemente conectados a los extremos, la limpieza o exclusión de intenciones falsas, la necesidad de suma concentración incluso en las acciones más aparentemente triviales. Y sobre todo, el acto de responder al "¿por qué?” con cada silencio; con cada aspiración y espiración, con la mínima acción o verso. Y no olvidemos la gran peste de la era moderna: melodrama. 

Pero hay una trampa que desvela cuando estás y cuando no: la forma SOLO encuentra-muestra equilibrio con la asistencia del contenido. Es una especie de "cepo" que caza la mentira en la forma: el actor verdaderamente bondiano necesita, no solo saber o ser "instruido" - y mucho menos en el sentido que se entiende en la educación española desde hace muchos años de memorizar-para-después-olvidar.

El actor bondiano - en realidad sería lo deseable en todas las
áreas o movimientos actorales - necesita crear, en sí mismo, una
genuina curiosidad por saber, entender, reflexionar la realidad, su
teoría y su práctica; incluso más: no solo la realidad que le rodea sino su propia realidad interior y entender como una está ligada a la otra. Ya lo adelanto: encontrará el poder tóxico de la ideología. REPRODUCIR o no esa ideología; ser cómplice o no de esa ideología será una decisión que solo el actor o actriz podrá
tomar – será imposible que sea impuesta desde fuera, desde un
director o maestra. Será la diferencia entre (1)ser actor, actuar en
una obra "porque es mágico, un “je en sais qua,” alucinante, te-hace-volar, truco-misterioso" o (2) "porque es racional y socialmente útil."

El muro situado sobre la filosofía-de-Drama bondiana se inició con la llegada del Blairismo del New Labour, iniciando su estado más virulento desde el año 2000. Con el destierro de todo aquello que en humanidades no creaba o atraía “inversión privada” – y que denominaron “excelencia” – Performance Art tomó los departamentos – y la mayor parte de la financiación. 

Que no te cuenten milongas: el único fin del Gran Drama es la ética. Y la sociedad que busca la ética, busca la sociedad socialista. 

Bond está por doquier.
Pero no te lo dicen.  




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