patio bondiano

miércoles, 22 de febrero de 2017

La esposa de Edward Bond, Elisabeth Bond, nos ha dejado la pasada noche del 12 de febrero

La esposa de Edward Bond, Elisabeth Bond, nos ha dejado la pasada noche del 12 de febrero por culpa de un cáncer.

Elisabeth ha sido la roca y el apoyo del gigante Bond durante la mayor parte de su vida adulta. Siendo originalmente alemana, Elisabeth colaboró con su marido en la escritura y dramaturgia de todas sus obras maestras y en celebradas traducciones tales como “Despertar en Primavera” (Spring Awakening) de Franklin Wedekind.

Apoyando a Bond con gran pasión y paciencia, Elisabeth mantuvo sus aspiraciones por un escenario que proyectase los tres grandes pilares del Gran Drama: visión, honestidad y realidad; un escenario que cumpliese su antigua – y amenazada - función de señal de alerta sobre el nefasto futuro prometido por el capitalismo y su burguesía insaciable.

En el trasfondo de las obras maestras universales de Bond, “Bingo,” “Saved,” “Lear,” “Human Canon,” “The Children,” y muchas más, pasando desapercibida, está la paciencia, el tesón, el apoyo, la investigación dramatúrgica de Elisabeth Bond.

Y Bond ha sido, con mucho, uno de los autores más influyentes del s. XX. Las Sarahs Kanes de la escena no habrían nacido sin Bond – como la misma Kane declaró repetidas veces.

Todos esos días que, en su casa en Cambridge, gocé de su compañía, observé de primera mano su lograda simbiosis como pareja: el inmenso cariño que se tenían el uno al otro, de su complicidad de camaradas, y al mismo tiempo un respeto absoluto por el espacio y la individualidad del otro.

Bond tiene – o ha tenido - la inmerecida fama del artista “huraño,” “difícil,” del “ogro” que no puede ser visitado; de “viejo soviet.” Nada más lejos de la realidad. No hay hombre más dulce, más paciente, más cariñoso con los jóvenes, con los estudiantes, con aquellos que nos acercamos a él queriendo ver más allá en la verdad de la escena, con los humildes. Sin embargo es cierto que Bond ha sido intransigente hasta la exasperación con las autoridades, con los críticos, con actores profesionales, con los Hollywoods y el West End. Bond nunca, nunca se ha dejado perder ni vender por los laureles del éxito y la fama o el consenso y moderación política – y lo pudo hacer a lo grande. Nunca traicionaría a ninguna audiencia, ni joven ni adulta, aunque eso le cueste la ruina económica y el ostracismo; mucho menos a la audiencia mayoritaria, de los oprimidos – curiosamente los que raramente van al teatro.

Si creéis que aquellas personas que creativa o científicamente – y como han podido - han dedicado su vida a hacer del bien a la humanidad, merecen alguna señal de respeto de nuestra parte, por favor no dudéis en enviar vuestras condolencias a Edward Bond a través de su agente, con el siguiente correo – os aseguro que, también él en el otoño de su vida, os lo agradecerá infinitamente:

tom@casarotto.co.uk

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