patio bondiano

viernes, 20 de abril de 2018

GARY OLDMAN: de EDWARD BOND a WINSTON CHURCHILL





Si en algo coinciden la mayor parte de las memorias de actores sobre la industria Hollywood que puedas leer, es que corrompe tu humanidad.

Gary Oldman ha mostrado en numerosas ocasiones que es un actor con potencial: altas capacidades de concentración, precisión, intensidad... esas características esenciales cuando actúas en una obra de Bond -- o de Sófocles o de Shakespeare.

Pero es demasiado irónico -- o cínico -- que un actor con orígenes en la clase obrera más profunda británica -- la clase que ha sufrido las más infames de las situaciones durante generaciones a manos de las élites británicas --, declare tal admiración por personajes históricos como Winston Churchill.

Porque un actor como Oldman, que se hizo conocido gracias a las obras de Edward Bond, "Saved" y "The Pope's Wedding", que nos venga a citar a W Churchill con veneración "nos ganamos la vida con lo que obtenemos, pero hacemos una vida con lo que damos", es simplemente grotesco.

Gary Oldman en "Saved" 1983 Royal Shakespeare Company


Uno podría creer que las gentes inteligentes entienden la situación de extrema gravedad en la que vivimos, detrás de la cubierta estética de la sociedad-de-consumismo, cuando son confrontadas por la verdad, por la realidad de la situación extrema de dueños-esclavos en que miles de millones de personas vivimos. Desafortunadamente, al ver la progresión de la carrera de Oldman, uno debe capitular ante la idea de que no basta con las reflexiones del intelecto, la investigación académica o la observación de obras maestras; que uno debe incluir sensibilidades -- y conocimiento cognitivo; en otras palabras, ética.  La actual educación, la cultura moderna burguesa, NO es un antídoto contra la amenaza real y creciente de un renacimiento del fascismo, como argumenta Rob Riemen en su "Para Combatir esta Era -- Sobre Fascismo y Humanismo," (Taurus, 2018.)  No ésta educación y no la que sufren nuestros jóvenes concretamente en España: una educación específicamente basada en pasar exámenes; una educación continuista de la misma metodología vacua e inútil que sufrí yo mismo en los 70 y los 80 en que los únicos cambios prominentes fueron pasar de una foto de Franco a una foto del Rey Juan Carlos en la pared.  Una sociedad de la educación y la información que premeditamente fomenta el infantilismo y la tergiversación de la historia y su entendimiento. 

Porque ¿quién era Churchill?  Churchill, parafraseando a Chomsky, era el guerrero, el defensor por excelencia, no ya del capitalismo, sino del estado capitalista; el defensor del status quo y el perpetuador de la diferencia de clase.  Hoy la sociedad del bienestar y la seguridad social en Gran Bretaña está en la boca de todas y diariamente en las portadas de todos los periódicos.  Es claro para muchos que los tories hoy en el poder estan empeñados en desmantelar la protección social pública.  Este ataque social ha sido progresivo desde las planificaciones políticas de Thatcher; aquella Thatcher que hizo famoso su dicho de "no hay tal cosa como sociedad."  Y Thatcher fue, sin ninguna duda, una pupila avanzada de la ideología de Churchill.  

El mito de Churchill como "defensor de la democracia, del mundo libre" ha calado profundamente en el imaginario occidental.  Si hubieras vivido durante los últimos 20 años en las islas británicas, habrías podido observar con nitided como tanto los laboristas como los tories, la educación oficial como los medios, han situado la figura de Churchill en un pedestal a la altura de héroes míticos como Ricardo Corazón de León o, incluso más extravagante, Robin Hood.  Sin embargo, los trabajadores que sobrevivieron la guerra, cuando dejaron los uniformes, entendieron qué podían esperar de las élites: a Churchill lo votaron fuera del parlamento al final de la Segunda Gran Guerra. Yo no tengo ninguna duda de que si hubiesen votado de nuevo a Churchill como Primer Ministro, los trabajadores británicos habrían seguido SIN seguridad social, durante almenos otros 10 ó 15 años más.  Es simplemente grotesco que un actor como Oldman haga silencio sobre ese otro Churchill.

Churchill era un fiero, fanático defensor del status-quo. Un honesto lector de las memorias y biografías de Churchill tendría que admitir que, para defender el status-quo y la propiedad privada de las élites, el hijo del todo poderoso séptimo duque de Marlborough, el “gran líder” de la segunda Gran Guerra, habría tomado las medidas más extremas. Churchill tenía claro de que parte estaba cuando España sufrió en el 36 la carnicería fascista, financiada por los industrialistas, latifundistas y banqueros españoles. En el bestseller de Doris Kearns Goodwin, “No Ordinary Time,” quizas la mejor de las narraciones históricas sobre el matrimonio Franklin y Eleanor Roosevelt (Touchstone, New York, 1995,) Eleanor Roosevelt nos revela con claridad la ideología de Churchill:


“Una noche, durante una pequeña cena (en la Casa Blanca) con Churchill y su esposa (…) el primer ministro saco el tema de España. ¿Por qué no habíamos podido ayudar de alguna forma a los leales a la república, a las organizaciones antifascistas de la Guerra Civil Española? Preguntó Eleanor (Roosevelt) a Churchill, repitiendo así un argumento que a menudo había tenido con su marido (President Roosevelt.) El primer ministro respondió que los dos habrían perdido sus cabezas si los leales a la república hubiesen ganado. (…) La señora Churchill se inclinó sobre la mesa diciendo, “creo que quizás la señora Roosevelt tiene razón,” Su esposa solo incrementó la agitación de Churchill. “He mantenido ciertas creencias durante sesenta años y no voy a cambiarlas ahora,” gruñó. (…) y la cena terminó abruptamente. (pg. 382)


Churchill, como muchos de las élites británicas de la época, era un serio alcohólico – y es más que posible que su alcoholismo esté relacionado con las pobres y catastróficas decisiones militares que tomó, tanto en la Primera como en la Segunda Gran Guerra. En Galipolli, en 1915, Churchill fue el responsable directo de enviar miles de hombres a una carnicería humana cierta; igualmente durante los primeros capítulos de la Segunda Gran Guerra, costando miles de vidas y recursos, como sucedió tanto con sus direcciones en Dunkerque como con la marina británica en el Mar del Norte. Churchill formó parte de esas élites que, desde la más tierna edad, son instruidas en el “ordeno-y-mando.” Y que por provenir de esa “cuna” tan especial, son inmunes incluso cuando dirigen tácticas militares completamente borrachos. Cito de la muchas ocasiones que Churchill visitó Roosevelt en la Casa Blanca en la capital, Washington D.C.:


“De mañana, Churchill se vio las caras con el mayordomo de Roosevelt, Alonzo Fields. 'Bien, Fields (…) Ayer noche tuvimos una cena encantadora pero tengo unos cuantos encargos para ti. Queremos quedar aquí como amigos ¿no es cierto? (…) así que escucha bien. Uno, no me gusta hablar fuera de mis estancias; dos, odio que silben en los pasillos; y tres, debo tener un buen vaso de sherry en mi habitación antes del desayuno, un par de vasos de scotch con soda antes de la comida y champagne francés y el brandy de 90 años antes de irme a dormir.'” (pg. 302)

¿Sacó algo Oldman de su trabajo con Edward Bond allá por los 80?  Por supuesto: un estar en escena, en el "sitio", en la situación.  Es imposible representar una obra de Bond - como esa de Sófocles, Euripides o Shakespeare -- si el actor echa mano de trucos, gesticulaciones inútiles, melo-dramas.  Y aun así esta dramaturgia bondiana te pide aun más: necesitas entender por qué haces "esa" obra, para quién y en qué situación social.  Y es que en la sociedad de consumismo de cultura rápida, espectacular pero fácil de digerir, los actores y actrices son demasiados vulnerables.  Viven teniendo que escoger entre la profesionalidad que requiere la industria-cultura y la vocación sincera; entre el "sí" a todo y poder pagar su hipoteca o alquiler y la reflexión premeditada e instruida; entre la memorización pura y simple y el entendimiento; entre lo que “se sabe que funciona y vende” y el riesgo de respetar principios – y por ende, la amenaza del ostracismo. Pero ¿entendió Oldman la situación de urgencia en que vivimos? ¿el origen de la amenaza social y continua en la que vivimos en las sociedades capitalistas? No lo creo. Traicionando ese espíritu original bondiano – y ese del mismo Aristóteles – que le hizo sobresalir en el escenario, prefirió hacer bolsa con una versión edulcorada de la filosofía bondiana. Los que perdemos somos las audiencias.

Ya en 1965 Laurence Olivier dijo de la obra de Bond, Saved “no es una obra para niños sino para adultos y los adultos de este país deberían tener la valentía de ir a verla.”


Se han publicado volúmenes de cartas de Edward Bond. Son documentos valiosísimos para el estudioso del teatro. En ellas se descubre un Bond que ha tenido que negociar espacio y principios con los grandes nombres de la historia del teatro; fieramente leal a su visión: un Drama de un futuro de iguales; un Drama en que cada persona que es audiencia debe decidir ser o no responsable por la sociedad en que vive; decidir entre dedicar sus vidas a hacer el mal o el bien. Un Drama cuyo objetivo final es lo ético. En la siguiente carta que traduzco, encontraréis a un Bond no-comerciable, intransigente sobre el fin de su obra, que no se deja cegar por el resplendor de ninguna promesa hollywoodense:

The Pope's Wedding, directed by Max Stafford Clark,
 Royal Court Theatre, London, UK, 1984
"4 diciembre 1985

Creo que estoy llegando a mi final en el teatro. Peter Hall obviamente no tiene ni idea de las dificultades para lograr que se desarrolle The Woman en el NT (National Theatre.) (…) En el Court (The Royal Court Theatre) los gerentes no están informados sobre qué es ser escritor. Max Stafford-Clark me da una copia de Restoration (Bond, 1981) con anotaciones diciéndome que trozos no funcionarían. Me ha dejado claro que es un incompetente para juzgar – quería borrar todos esos momentos que no son ni ordinarios ni obvios (pero que encima eran los mejores “momentos teatrales”.) Si hubiese sido un escritor joven habría forzado sus deseos sobre mi. Si les hubiera enviado hoy Saved lo habrían mutilado – y probablemente ni lo hubieran aceptado. Así que intenté la RSC (Royal Shakeaspeare Company). Era como entrar en el s. XIX. Los actores querían esconderse en los caracteres y falsear la voz “actuando.” Hasta las ideas que tiene Gary Oldman sobre teatro son desastrósamente limitadas – realismo de televisión. La idea de una estructura que retrata las situaciones del personaje no se comprende. (…) Siempre preguntan “¿funciona?” – pero nunca “¿qué quiere decir?” Obras pueden ser independientes del significado – explota una bolsa de papel llena de aire y ahí tienes un efecto-shock teatral. Lo que hacen realmente es reducir el dramatismo a simples artimañas -- y luego, para dar un contenido a la obra, introducen nada más que interpretaciones mundanas de la vida y la sociedad.

Y sin embargo siento que ésta era explota con significado, exigiendo nuevas actitudes en el escenario, nuevos enunciados y apariencias, una nueva calma y una nueva intensidad, nuevas certezas y una nueva capacidad de mirar el mar de Newton. Pero ¿dónde se pueden realizar estas cosas?

Durante casi un año, Hall se ha negado a que dirija mi obra en el National Theatre (Human Canon, 1985) Entonces vino Vanessa Redgrave y dijo que quería hacer “Agustina” y que dirigiese yo la obra. Así que Hall cambió completamente de idea y me escribió pidiéndome dirigir la obra. No porque la obra pudiese ser buena o debiese hacerse sino porque lo pedía una actriz. Le contesté que la parte de “Agustina” había sido escrita pensando en otra persona. ¡Ahora silencio!"
(“Cartas de Edward Bond,” Volumen III, editado por Ian Stuart, Routledge London 1997, pg. 57)