INTRODUCCIÓN A LA CARTA.
Desde
la filosofía bondiana continuamente insistimos en las diferencias entre drama y
teatro. Teatro, en el mejor de los
casos, entretiene, describe síntomas sin tocar las causas, cree ser “político” anunciando
conflictos de actualidad que ya están relatados en los medios, corre como un
ratón en su pequeña noria, creyendo ir a algún sitio; teatro se define con una
miríada de variedades pero sirviendo
siempre a la ideología dominante. Drama es democracia. Drama pone a sus
caracteres en los extremos para definir qué significa ser un ser humano – como
individuo y en su relación con la sociedad en que vive. Drama evita triunfalmente toda ideología
porque es estrictamente fiel a la lógica de la acción y el pensamiento - humano. Drama expone el problema de ser un ser humano
y lo hace creativo y así demuestra que no hay “naturaleza humana” porque el ser
humano no persiste incambiable, sino que la sociedad en que vive lo cambia y el
humano mismo cambia su sociedad y, en situación de libertad y justicia, la cambia
creativamente. Como nos dice Edward Bond
“Drama crea la realidad” aplastando la noción ya milenaria de que hay algo ahí fuera que no es humano, que es “trascendental”: fantasmas, espíritus, dioses, lo mágico y el resto.
(Para no confundir: la experiencia de lo sublime es otra cosa de un valor humano inmenso. Pero el sublime como experiencia humana -y experiencia extrictamente con aspiraciones socialistas y éticas, por mucho que les pese a los derechistas y conservadores de toda índole- requeriría para sí un largo ensayo - lee "Acerca del sublime y lo bello" de Edmund Burke para empezar.)
El
gobierno del Reino Unido quiere eliminar drama de la educación primaria y
secundaria.
La
enseñanza de drama ha formado parte del curriculum desde hace tantos años que en
el reino de las patatas con pescado (fish
& chips) se acepta como parte de la educación tradicional pública. Es la herencia de tantos años de lucha por
pocos derechos sociales –que además los británicos han estado perdiendo a
marchas forzadas desde la llegada de M. Thatcher, marchas aceleradas sin oposición durante el régimen
de T. Blair y que continúa con la presagiada actual alianza
conservadores-liberales – y, por supuesto, sin oposición política.
Pero
tenemos que matizar que tampoco estamos defendiendo lo que había. Ni yo ni
Edward Bond ni otros relacionados con Bond. La metodología de la enseñanza del
Drama que yo mismo he presenciado – sufrido – observando a enseñantes de drama y
de otras áreas dentro de las aulas británicas quedaba muy, muy lejos de las
aspiraciones bondianas por un Drama de verdad en la educación (pero existiendo, siempre hay posibilidad de
avanzar a mejor; si logran eliminar Drama de las aulas, efectivamente será una
catástrofe y un regreso a una educación de pre-guerra - mucho más elitista de
lo que ya es, que es muy mucho.)
En la
inmensa mayoría de los casos, la enseñanza de drama que tuve que observar, estaba
en las manos de enseñantes licenciados que dejaron la universidad sin haber
entendido las diferencias entre drama y teatro.
Eran más enseñantes confundidos, desencantados y desesperados por
mantener su salario – y por lo tanto totalmente determinados a obedecer las
indicaciones de directores o subdirectores de escuelas, más interesados en
aplicar disciplina y control que en explorar con los más jóvenes los lenguajes
de la democracia, de lo humano, de lo social, de lo político; es decir Drama –
que apasionados practicantes. Uno de los
ejemplos más escandalosos que mantengo en mi memoria – y en mis escritos – es
el de una enseñante de drama que, clase después de clase, a sus estudiantes de
secundaria, la primera media hora les mantenía recortando con tijeras personajes
de obras de Shakespeare sacados de alguna revista de dudoso origen – eran más
vulgares caricaturas. Y la segunda media
hora mirando en una pantalla la corrupta versión hollywoodiense de la obra de
Shakespeare relacionada con los previos recortes – en este caso Romeo y Julieta. “¿Por qué no dejarles practicar algunas líneas
de la obra o preparar alguna situación dramática de su elección,” pregunté
teniendo que usar el máximo tacto.
“Porque si pasa el director y hay bulla me crea problemas y no merece la
pena” contestó. No es coincidencia que
esta escuela estaba situada en uno de esos numerosos barrios británicos
ocupados por la underclass, como les
llaman los sociólogos anglosajones (el
subproletariado para nosotros): masas ingentes de desempleados crónicos – o de
su opuesto: padres que nunca están en casa porque super-explotados en algún
trabajo sin cualificaciones - de familias disfuncionales, sin aspiraciones, con
antecedentes, barrios violentos con sus calles vacías – excepto por bandas de
niños y niñas buscando vandalizar algo o a alguien hasta altas horas de la
noche. En estas escuelas los enseñantes
tienen bastante con mantener a los críos en clase, observar si llegan con
marcas – por maltratos – y que comen algo.
Innecesario decir que es precisamente en estos sitios donde Drama se
vuelve de importancia capital.
Un
profesor de drama ligado a una revista especializada recientemente pidió a Bond
escribir acerca de esta amenaza. Esta
fue su respuesta:
CARTA DE EDWARD BOND, (16 de abril, 2013). Traducción: Dr. J C Villa
Querido
G.
[...] Negar a los niños drama es negarles un
derecho de nacimiento. Si tenemos claro qué
es drama y cómo se relaciona con la educación, lo que van a hacer sería
impensable.
Los
seres humanos son complicados. Para ser
seres humanos tenemos que reconciliar deseos y necesidades, la mente y el
cuerpo, la conciencia y la reflexión, el ser privado y el de la comunidad, la
realidad y la imaginación, lo conocido y lo desconocido, las herencias y el
futuro, lo trágico y lo cómico, la celebración y la aflicción, debemos
controlar el presente pero empezamos obedeciendo al nacer y terminamos
obedeciendo al morir – y todo ello dentro de un cuerpo delicado y con una mente
afectada por el error. Estas cosas viven
en un conflicto fatal. Tienen que
remediarse con un modo de vida viable.
La naturaleza no puede hacer esto porque soluciona sus problemas
matando, por lo tanto los seres humanos deben trascender a la naturaleza misma. Esto los humanos solo lo pueden hacer dramatizándose
a sí mismos y a su situación. Cada uno
de nosotros debe dramatizar su propia vida pero también tenemos que compartir
con las comunidades nuestras vidas y para lograr esto debemos dramatizar nuestros
compartidos “yos”. Esto crea
cultura. Que la cultura trasciende a la
naturaleza es más que obvio. Nada de lo
que nos proporciona la naturaleza nos hace humanos, ningún gen u órgano (ni
siquiera el cerebro.) Nosotros nos
hacemos humanos dramatizando los opuestos y las polaridades que he descrito. Drama es la escena esencial de los conflictos
y sin embargo es en el drama donde estamos todos unidos: somos la
especie dramática. Históricamente las
culturas se convierten en ideologías las cuales requieren una conformidad
informada y, en momentos de tensión, obediencia. Pero no podemos vivir del pasado y para
seguir siendo humanos las culturas deben cambiar. Es la diferencia entre evolución e
historia. Drama es cambio, su esencia es
la creatividad. No obstante la
creatividad requiere libertad y por eso no hay libertad sin drama. Es de una importancia suprema que los
procesos del drama no sean aprendidos y cultivados por los jóvenes solamente
en las calles. Eso llevaría, no a la supervivencia de los
mejores, sino a la de los menos aptos, de los despiadados y violentos. Drama no es entretenimiento – el corazón del
drama es una exigencia intransigente por lo humano. L@s niñ@s y adolescentes son capaces de
afrontar esa exigencia sólo cuando esta forma parte del mundo afectivo y
escrupuloso dentro de la escuela, de su educación general. Es dentro de la seguridad de la escuela donde
pueden hacer frente a la intransigencia de los clásicos – y practicar cómo
vivir con esa intransigencia en los problemas dramáticos de sus propios tiempos.
Hay
ironía en la presente amenaza de eliminar drama de las escuelas, de la
educación. Un gobierno conservador
abandona la filosofía del conservadurismo – abandonando el pasado, no solo su
herencia sino más peligrosamente los modos creados por el pasado para conservar
el futuro. Eso no puede hacerse a
través de la enseñanza, adhiriéndose solo a los requisitos de
fabricación y negocios - ya que estos solo pueden satisfacer nuestras
necesidades. Trascender nuestras
necesidades y cumplir con nuestras aspiraciones humanas son la base de la
civilización. La base de la democracia
es poder tomar decisiones, y ser responsable por esas decisiones; el mercado
elimina esa base. Solo la libertad puede
hacer eso y no hay libertad sin drama.
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