Prefacio
Cuando estudias a los clásicos griegos, en un
contexto como el británico, muy pronto te encuentras con el trabajo de Edward
Bond. Cuando los coordinadores de
investigación de la Universidad de Leeds me ofrecieron una beca del departamento para desarrollar una tesis
doctoral, tenía muy claro que quería proponer —y también entendía los riesgos
asociados.
Durante mis años de estudios teatrales de grado en
Inglaterra me encontré a un gran número de académicos del teatro que, aunque
consideraban a Bond como a “uno de los grandes dramaturgos de nuestros
tiempos,” le acusaban de ser “demasiado controvertido, polémico; un
provocador”. Pero yo también sabía que
estas críticas provenían de individuos que celebraban nuestro sistema
socio-político neo-liberal como “el menor de los males posibles,” — que es como contestó, a una de mis ponencias
públicas contra la influencia de la ideología pequeña burgués mercantil en las
artes, el mismo David Edgar justo antes del colapso económico; y fue a la única
ponencia que aquel día Edgar sintió tenía que contestar. Yo ya sabía que la intelligentsia de los estudios teatrales —y algunos eran amigos
míos— eran monarquistas convencidos, liberales y auto-denominados de izquierdas
para los que el teatro continuaba a ser “esa cosa indefinida, trascendental,
por definir, un je ne sais quoi” que
es lo que el pensamiento de Bond precisamente más critica. Todavía tengo una carta personal de Terry
Eagleton, probablemente uno de los críticos culturales más importantes del orbe
anglosajón, en la que concluye que “a Bond lo que le hace falta es más
dialéctica.” Pero Eagleton, al que he
estudiado en profundidad, cultiva el también su propia versión de lo que es la dialéctica. La práctica de la dialéctica —la
confrontación de una tesis contra su antítesis para así obtener una síntesis,
que es una nueva tesis — como explicó Adorno con precisión, en la cultura
burguesa, acaba siempre negativamente — naturalmente, si esta reflexión
dialéctica se hace de forma absolutamente honesta; esa honestidad brutal
demandada por Nietzsche. Eagleton es
otro ejemplo perfecto del teórico que corre con el galgo y se esconde con la
liebre, simultáneamente. Su obra, aunque
valiosísima para el estudiante, esta
plagada con ejemplos del tipo “el fascismo vive en complicidad con el
capitalismo” y pocas líneas después “el capitalista está hecho de una materia
épica”.
La obra tanto dramática como filosófica de Bond no
es ni polémica ni intenta provocar a nadie.
Por el contrario, su posición filosófica es estrictamente materialista
—de la versión marxista—, lógica y realista.
Si un grupo de adultos están fumando en una sala cerrada y un niño entra
y dice “¡Abrid la ventana, no puedo respirar!” el niño hace y pide, por pura
necesidad, lo correcto. Pero yo he visto
a adultos responder en tal situación y en un tiempo no muy lejano “¿Y este niño
que se cree?”. No hay nada en la obra
crítica y filosófica de Bond que no pueda confirmarse en cualquier biblioteca
decente —claro está, trabajando muchas horas.
Pero debe ser ciertamente muy duro ganarse una vida medianamente
decente, tener un estatus enseñando y practicando teatro, creyendo perseguir
algo concreto y aceptar que en realidad eres como un ratón dando vueltas y
vueltas en una noria en un viaje a ninguna parte — o peor, a la propia
destrucción de lo humano.
Una de las facetas únicas de Bond es que no solo no
se ha moderado, hecho más transigente con la edad, como parece ser la norma,
sino que con el tiempo se ha hecho incluso más intransigente. En sus escritos encontrareis el común
denominador de la urgencia. Y en este
proceso creativo bondiano no se hacen muchos amigos. Hace pocos años, Bond fue entrevistado
conjuntamente con un muy conocido director teatral francés en una emisora de
radio de Paris. En la entrevista el
director dejó claro que gran profesional era, que había hecho Brecht, Beckett,
Pinter y hasta Bond con muy buenas críticas.
Y Bond respondió “si haces Brecht no puedes hacer Beckett y viceversa;
si dices que haces bien los dos, no entiendes ninguno”. Por supuesto, el director se enfadó mucho
pero el razonamiento de Bond no esta nada lejos de la verdad —por razones que
no puedo explicar aquí. Como me escribió
poco después “Hacen Beckett el lunes, Pinter el martes, Bond el miércoles, Kane
el jueves, Brecht el viernes… y el domingo son ellos mismos, tontos.” No puedes hacer muchos amigos si eres
Bond. Pero hay mucho, mucho que
necesita ser reflexionado y hablado; y promulgar que es como Bond entiende el
acto de actuar sus obras, promulgándolas.
Es por eso que sugeriría a los interesados leer la
siguiente traducción del más reciente escrito de Bond; su introducción al
Volumen 9 de obras de próxima publicación en Methuen. Quizás ayude.
Introducción a las obras de Edward Bond Volumen 9 (publicado por Methuen Drama, 2011, Reino Unido)
Traductor Dr.
J. C Villa
Jesús y Hitler Lloraron.
(Jesús wept
— Jesús lloró — es una expresión muy común en Inglaterra. Sería como la traducción contextual suave de “¡Hostias!” o “¡Manda huevos!” o más comedido “¡Madre
de Dios!” en respuesta a algo que disgusta, sorprende, o está fuera de lugar.)
Durante el escándalo “Murdoch”, hubo una discusión en un
noticiario de la BBC . El alcance de la corrupción financiera dentro
de las instituciones nacionales indignaba a los participantes. Eran todos unos ingenuos. Todas las transacciones financieras de las
grandes empresas están corruptas y corrompen.
Solo salen a la luz cuando la privacidad de las conexiones entre los
“muchachos” de la educación privada y de las clases privilegiadas, protegidas
por la ley, se rompen por algún accidente.
A medida que transcurría el noticiario de la BBC , los
participantes lamentaban el cierre del periódico The News of the World
—un excelente periódico, dijeron, que había expuesto la corrupción y el
escándalo y que fue la voz de la clase trabajadora. Lo leí por primera vez cuando tenía trece
años. Me instruyó que es la desilusión
de un solo y rápido golpe. No porque era
obsceno y pornográfico, regodeándose con inmundicia y miseria humana. Yo ya sabía de todo esto, habiendo crecido en
la más atroz de todas las guerras. Era
el tono recto, honorable, virtuoso con el que el periódico vestía su mirada
lasciva. No era la voz de la clase
trabajadora sino el aullido de la chusma.[1] La opinión expresada en la BBC quedó sin réplica. Las cabezas asentían con gran seriedad.
Confrontado con tal opacidad moral no voy a argumentar
una cuestión sino a declarar lo obvio.
La sociedad se sostiene unida y guiada por su cultura. Cuando colosales organizaciones empresariales
y la acumulación de inmensas fortunas dominan la sociedad, hasta tal punto que
la existencia de la dinámica misma de la sociedad proviene de este dominio,
entonces estas organizaciones y fortunas son dueños de la sociedad y de todo su
contenido — sobre todo de su cultura. La
cultura mantiene el todo unido y lo hace funcionar. Esta dominación de la sociedad
es corrupta no solo porque lleva a una pobreza lamentable, sino que, aun
peor, porque corrompe aquello que es lo más profundo e intenso: la manera en
que nos conocemos a nosotros mismos. En
la vida diaria ser conscientes de si mismo es lo mismo que ser conscientes de
la cultura. Nos convertimos en la
cultura en la cual vivimos. Y por esta
razón, porque es nuestra forma de vida, esta se introduce en nuestras mentes
sin que lo notemos. La cultura crea los
medios por los cuales se evalúa a si misma y cuando se la ensucia con inmundicias esta nos
ensucia con inmundicias.
Estas enormes corporaciones sobreviven haciendo
beneficios: la ley es la supervivencia de los más ricos. Sin embargo todo esto está basado en una
ilusión. El dinero no hace ni crea nada;
ni siquiera es una materia prima. Es
absolutamente el único valor que no tiene valor en sí mismo. Con todo, el dinero tiene una dinámica
incansable ¿De dónde viene? Es parasítico de todas las fuerzas sociales y
personales. Es un parásito que forma su
propio huésped. El dinero hace esto
convirtiendo las fuerzas y valores del huésped en sus opuestos — ya que la
función del huésped es mantener vivo al parásito. Esta es una nueva dinámica en la historia, un
cambio de curso sin precedentes. En el
pasado la historia se transcendía a si misma.
A través de sobrevivir el caos, la reacción, los conflictos y el
sufrimiento del pasado fortalecimos nuestra creatividad. Hicimos del pasado una
bella tumba de la cual resurgimos vivos.
Poco a poco hicimos de nuestra cultura no solo el medio para sobrevivir
sino para entendernos mejor a nosotros mismos.
Nuestra cultura empezó a conocernos.
Ahora esto ha cambiado. Puesto
que vivimos dentro de contrastes extremos es fácil encontrar la evidencia. En los años cincuenta cuando el primer
ministro Macmillan [Harold] armó el país con armas super-nucleares (en la
política siempre hay buenas razones para hacer las cosas mal) Bertrand Russell
dijo que esto le hacía a Macmillan más malvado que a Hitler. Russell era entonces un nonagenario cuya “conciencia-cultural-de-sí-mismo”
fue formada en una era previa. El vio
aquello que la nueva cultura no podía ver.
Pero las bombas no se usaron y, comparándolo a Belsen,[2] ¿qué son
unas pocas miles de vidas en el World Trade Centre? No obstante hay una diferencia. La sociedad sabía que era Hitler y como
eliminarlo. Era tan obvio como un fuego
en la cúspide de un edificio de apartamentos.
Pero ahora nuestros problemas están escondidos en los cimientos del
edificio y no sabemos que hacer. Nuestra
cultura, embrollada en las ramificaciones y complejidades de nuestra
supervivencia diaria, nos impide ver claramente y actuar en consecuencia. Estamos siendo destruidos más por nuestros
éxitos que por nuestros fracasos. No vemos,
por ejemplo, la conexión entre las super-finanzas y la ciencia — no me refiero
a la cuestión periférica, inmediata de la financiación, sino a los fundamentos
de la cultura. El periódico The News
of the World impedía a sus lectores entender las causas del crimen y los
orígenes de la violencia. Reemplazó la
dignidad de la justicia con la lubricidad de la venganza — y quizás este sea el
más grande de los crímenes culturales.
Así que si la cultura corrupta destruye valores humanos, esta trivializa
y deshumaniza toda nuestra sociedad, incluyendo la ciencia. Muchos científicos ahora nos ven como
animales-inadaptados a los que nos gusta leer The News of the World,
como cosas-genéticas que se pueden manipular.
Corromper a la cultura es corromper a la gente. Bajo la presión de futuras catástrofes los
políticos podrían usar la ciencia para recrear el ser humano[3] y así
salvarle de sí mismo (En la política siempre se encuentran buenas razones para
hacer el mal). Sería como un grandioso
espectáculo de “Solución Final” del dilema humano, la consumación del programa
de eutanasia de Hitler. Esto no sucederá
porque antes la evolución misma nos habría liquidado en una agonía humana
final. Pero nos permite ver sin reservas
la gravedad de nuestro problema. Murdoch
y los otros genios de las super-finanzas son —no es bastante con decir “son de
hecho,” porque somos intelectualmente responsables de nuestras emociones —
una carga para la civilización. Son más
malvados que Hitler. Y esto nos lleva al
drama.
*
La cultura es la sociedad siendo consciente de sí
misma. Sus afirmaciones y desavenencias
se asemejan a los del ser humano. La
vida humana deriva de los efectos de muchas fuerzas, a los que uno podría
llamar las fuerzas de la vida — material, económica, emocional, imaginativa, de
los sueños, del estado, ley, familia, tiempo, mortalidad, ansiedad, ideología,
razón, placer, dolor… Estas fuerzas
unidas tienen la urgencia de un alud.
Vivimos organizando estas fuerzas de la vida en un ser práctico y
consciente. Podemos hacer esto solo
dramatizando sus inter-relaciones. Y así
que la cultura crea sus propias maneras de conocerse a sí misma, así también
hace el ser (humano —the self).
Este es la paradoja a la que me refiero en esta introducción ¿Cómo puede
un instrumento de medir medirse a sí mismo?
No puede y la consecuencia es inevitable: no podemos conocer nuestro
propio ser tanto como una piedra no se conoce a sí misma. Los humanos no pueden
ser reducidos a un gusto en ropa o comida o a su biología o genes — porque
entonces no tendrían maneras para medir y seria como ser medido por cadáveres. Una roca no puede conocerse a sí misma porque
esta “muerta,” nosotros no podemos conocernos a nosotros mismos porque
estamos vivos. Somos un caos impulsado
por el feroz viento del tiempo, pero nuestro problema no es ni el pathos[4] ni las
contingencias que esto causa —eso no sería más que la reproducción aleatoria de
las fuerzas de la vida. El problema es, ¿cómo organizamos estas fuerzas en un
ser práctico y consciente? ¿Cómo hace el
humano (entendiendo el humano como un “instrumento-de-medir”) para conocerse a
sí mismo? Hay una prueba de tornasol
para esta pregunta: ¿Por qué Auschwitz esta mal, es malo? Es asombroso darse cuenta de que ni la
religión ni la ciencia puede decir el porqué.
Si lo dice Dios, solamente es el mundo de la Gran Persona, pero eso no
es más que una unidad de medida mayor, y se vuelve tan grande que la realidad
se desvanece cayendo entre las escalas del instrumento de medir y no puede
medir nada —es el problema de como puede ser que la eternidad esté hecha de
tiempo. La respuesta de la ciencia es
“pregúntale a tus genes” —lo que significa nada más que “pregúntale a la
roca.” Los genes no dan respuestas
porque no pueden hacer preguntas. Tiene
que haber una razón totalmente humana de por qué Auschwitz está “mal” o es
reducido a ideología, lo cual es otro Gran Elemento: y entonces Auschwitz esta
bien siempre que destruya a la gente adecuada o bastante gente como para
destruir toda oposición, y así sucesivamente.
La supervivencia del más fuerte significa solo la supervivencia del más
fuerte para sobrevivir.
Una vez —digamos en tiempos de la antigua Roma— el veneno
Auschwitz como un hecho real, tangible, no habría sido algo malo o el mal y
podría no serlo en el futuro. No nos
hacemos humanos dando la respuesta correcta; damos la respuesta correcta porque
somos humanos. Y la única manera
que tenemos de hacernos humanos es con drama.
Somos especies dramáticas. El
drama funciona cuando cambiamos la manera que tiene lo humano[5] de
medirse a sí mismo. La razón no es capaz
de hacer esto y esto es precisamente la falacia de Brecht: se quedo atrapado en
la trampa “News of the World”, la ambigüedad de los valores humanos. El “News of the World” socavó la moralidad
que pretendía proteger y Brecht corrompió la política que pretendía promover. Stalin no sabía como creamos nuestra propia
humanidad. Stalin dio al marxismo sus
actuales frustraciones intelectuales y lo dejó políticamente incapaz quizás por
generaciones. Y sin embargo Brecht apoyó
el estalinismo incluso después de que Stalin coronara a Marx con una aureola de
mierda. Brecht debería haber escrito
obras que hicieran eso imposible, en cambio lo que hizo es gulag hortera. Una de las razones por las que ahora no hay
teatro político es precisamente Brecht.
Brecht lo castró y lo que pasa por teatro político es nada más que
voyeurismo de eunucos mirando sexo.
El teatro no es drama.
El drama es político; el teatro no lo es. La necesidad por un nuevo drama es
urgente. Aquí voy a esbozar lo que tantas
veces he escrito en otros sitios.
Nuestra cultura es cada vez más pesimista acerca de nosotros mismos y de
nuestro futuro. El poder de la
tecnología magnifica los efectos de nuestros fracasos históricos y la ciencia
ha legitimado la doctrina teológica del pecado original. Dice que nacemos animales y que debemos ser
socializados enérgicamente. Los
científicos están casi obligados a hacer el trabajo reaccionario de los
teólogos, en vez de ser sus oponentes intelectuales, debido a la ambigüedad de
nuestra cultura. Drama es la lucha
contra esta ambigüedad. Para entender
esto debemos comenzar con el origen de un recién nacido, de un neonato, tal vez
en sus primeros días o sus primeras horas.
La maestría del dramaturgo está en ponerse en la mente de los que
escribe, los personajes, como si estuviese dentro de su propia conciencia. Esta intuición es un conocimiento que la
investigación científica no puede tener, ya que está forzada a ser
objetiva. Pero la objetividad más
práctica se encuentra precisamente en la subjetividad. Es por eso que Freud dijo que seguía los
pasos de los escritores.
*
¿Qué sucede en la mente de un neonato?[6] Necesitamos ser como Copérnico mirando al sol
— todo lo relacionado con el recién nacido es contrario a lo esperado, nada es
lo que parece. El neonato no sabe que
está en el mundo, sino que piensa que él mismo es el mundo. No tiene concepto de aquello que es
“exterior”. Ve cosas en su contorno,
pero “el contorno” está (todavía) “dentro” de sí mismo. El neonato sonríe al exterior y lo toca, pero
para él el exterior es el interior —como cuando sueñas acerca de lo que hay
afuera de ti mismo pero el sueño está dentro de ti. Un neonato es realidad en su totalidad. Por supuesto nuestros genes quieren que nos
relacionemos con nuestro exterior — cuando un titiritero anima a los títeres
con el extremo de las cuerdas, no cree que los títeres le están animando a él
mismo. Sin embargo, el recién nacido no
puede distinguir entre la realidad de sí mismo y la realidad de los títeres, y
ni títeres ni genes podrían instruirle.
El recién nacido tiene que darse cuenta de esta distinción a través de
un acto de consciencia — y para preservar su generalidad monádica voy a llamar
a este acto de diferenciación “intelectualismo”. Hasta que un neonato hace esto, la criatura
es lo que Leibniz llama un “mónada” — un
mundo completamente cerrado en sí mismo, con, dice Leibniz, ninguna ventana en
el mundo exterior. El neonato-mónada es
el mundo —y el mundo, la totalidad de su ser, es sinónimo con su consciencia:
lo que se mide y los medios de medición son uno y lo mismo. Por lo que el neonato es, para sí mismo,
realidad. El recién nacido sólo es
consciente de la realidad que el mismo es.
En su vida posterior el mundo estará fuera de sí mismo. Su consciencia mantendrá su propia realidad,
pero sabe que hay una realidad autónoma fuera de sí mismo de la que es sólo una
parte. El neonato es como un escenario,
pero el escenario es el público. Tienes
que ser Copérnico para entender esto, entenderte a ti mismo e incluso comprender
cualquiera de las cosas que son humanas.
Es extraño — pero esta realidad copernicana permanece en ti, y sin ella,
drama como concepto y experiencia sería imposible. El sol no puede salir del sol para verse a sí
mismo —traduce esto a consciencia y es el sol el que está mirando a
Copérnico.
El neonato es el mundo. No tiene “intelectualismo” de tiempo y
espacio. Las relaciones entre su mente y
lo que siente de su propio cuerpo son muy amplias y cósmicas, esto es el
infinito y la eternidad. Esta inmensidad
experimenta placer y dolor. Y como el
neonato es el mundo, el mundo estará en el placer y el dolor. Y como el recién nacido es su propia
consciencia, la realidad en un momento será placer y en otro dolor. Más tarde, como adulto buscará el placer y
evitará el dolor (o como lo quieras sentir —placer y dolor tienen tantas
ambigüedades como valores, y por la misma razón) pero el neonato no puede hacer
esto porque él mismo es el mundo y el mundo, la realidad, no puede evitarse a
sí misma. No puede ir a ningún sitio a
buscar placer o a evitar dolor. El
mundo-neonato, la realidad, esta en un dolor cósmico tanto cuando nace como
después: así que la consciencia está en el dolor. El neonato no tiene conocimiento de causa y
efecto, pero el dolor es en sí mismo la consciencia de que el dolor no debería
ser y por lo tanto, en un solo instante y al mismo tiempo, el recién nacido es
consciente de esto y del dolor que él sabe que esta en sí mismo. Y esto es el origen de la consciencia humana:
la consciencia es responsabilidad. No
solo por el dolor sino por aquello que “él mismo no debería ser.” Son la misma cosa. Inicialmente esto es responsabilidad por su
propio ser — aunque durante este periodo el ser y el mundo son uno, así que la consciencia
por el ser es responsabilidad por el mundo.
Esto nos hace humanos. En el
infante afecto y razón, causa y efecto, moral-es y moral-debería, altruismo y
egoísmo es lo mismo —el neonato no tiene dualidad, es “uno”. La responsabilidad no es una actitud que la
consciencia adopta, la responsabilidad es innata de la consciencia misma, es la
realidad de que la consciencia es siempre consciente de ser como sí mismo. Así es como el ser se crea a sí mismo y el
actor debe retornar a este proceso en la creación de un personaje. Ahora bien, si vuelves a la lista de las
fuerzas de la vida que nos constituyen podrás ver que lo que da orden a estas
fuerzas en la coherencia de un ser humano es la responsabilidad por el
mundo. Este es el imperativo humano que
más tarde, cuando somos adultos, nos acecha en las vicisitudes de la sociedad
corrupta e injusta. La responsabilidad
es la inocencia radical del bebé; esto es el imperativo humano que hace que el
ser humano sea responsable y respetuoso con el mundo. En el adulto esto se convierte en el
imperativo por la justicia, y el dolor y el placer se convierten en lo Trágico
y lo Cómico.[7] Sin lo Trágico no podemos ser humanos y
nunca podríamos forjar una sociedad justa.
El héroe y la heroína Trágica son radicalmente inocentes. Cuando un infante deja el drama del
mundo-mónada y se incorpora a la sociedad, el ser mismo se lleva su inocencia
radical consigo (o también puedes decir que la inocencia radical se lleva
consigo al mismo ser). Vivimos con las
exigencias prácticas de la sociedad y de la injusticia histórica —pero así que
nos llevamos con nosotros mismos a nuestro radicalmente inocente ser, también
mantenemos nuestro propio “opuesto”.
Drama repite continuamente este proceso fundacional. La justicia es una cuestión de comunidad pero
lo humano siempre es posible para el ser como individuo, podría ser un momento
de euforia fugaz y a veces hasta terroríficamente cercano a la represión y a la
desesperación.
La consciencia le da al ser humano el imperativo, la
necesidad de buscar un mundo justo pero un infante se introduce en una sociedad
injusta. La injusticia está
institucionalizada en la cultura. La
cultura decide que es la justicia pero todas sus leyes son injustas porque
mantienen la sociedad injusta. Esta es
la razón por lo que los valores cambian su significado. Para poder sobrevivir en esta sociedad
creamos un ser humano social nuevo y así nuestro viejo ser, radicalmente
inocente, se vuelve nuestro propio “antípoda.”
Hacemos esta adaptación de maneras diferentes y en etapas diferentes; a
menudo guiados por nuestra propia posición social. Históricamente, la desigualdad social se
originó en la escasez y en nuestra natural vulnerabilidad. Pero el impulso de la historia transformó
esta organización compartida en injusticia y en las instituciones de represión
y poder. La injusticia se mantiene a sí
misma a través de la ideología y, finalmente, a través de la violencia política
y económica. La ideológica es mucho más
compleja y sutil que la violencia. La
ideología crea una cultura que ocupa el vacío, o hueco, situado entre el ser
humano social y su “opuesto” humano (al que, para simplificarlo, lo he llamado
inocencia radical). Este vacío o hueco o
brecha es en realidad la zona, el sitio
de la realidad humana ¿Cómo es esto? El
humano “yo” está en una realidad social pero también es su propio “opuesto”, el
cual es creado durante la infancia. El
“opuesto” es el imperativo de/por justicia pero, como la justicia no tiene una
descripción natural, la sociedad decreta qué es la justicia. Para hacer esto esta descripción debe ocupar
el vacío entre los dos humanos “yo” — el humano social y su “opuesto”; esto es,
ocupándolo con su propia versión de lo que es la realidad. El vacío o hueco se abre por primera vez
cuando un neonato entra en la sociedad y encuentra que no esta en su primer
(ontológico-mónada) mundo sino en nuestra social realidad existencial. El infante aprende que la realidad tiene
formas diferentes. El vacio/hueco/brecha
es el sitio de la imaginación — que
es por lo que la ficción no es ficción sino la zona de la realidad humana. El “opuesto” se enfrenta al yo social porque
para el “opuesto” es como si en la sociedad la “realidad” vive con dolor, y
cuando hace esto se enfrenta a las distorsiones de la injusticia con su propia
inocencia radical. Esta es la lógica de
la imaginación y así que se enfrenta a la injusticia con justicia es también la
lógica de lo humano. Drama es esta
confrontación — drama coge ritmo en la brecha, en la imaginación, pero es
realidad humana. La lógica de la
imaginación y la lógica de lo humano son uno.
Drama no es un evento en la ficción sino un torbellino necesario en la
realidad. Porque, de la manera que lo he
descrito, y porque para el neonato consciencia y realidad son una, deben soportar
ser así en lo “opuesto” —nosotros existimos en la realidad porque somos
conscientes y la realidad es este torbellino.
Esto nos hace la especie dramática.
Históricamente este proceso también le da a la ideología su poder: la
injusticia ocupa el espacio — brecha/vacio/hueco— en forma de ideología; así
mira al mundo el yo social y es así que se ve a sí mismo. Es su propia auto-consciencia. Esto es manifestado cuando la ideología
enmascarada de religión y/o patriotismo se convierte en creencia y fe: es la
manera en que lo auto-consciente se ve a sí mismo — como si fuese la manera en
que la realidad se ve a sí misma.
Distorsiona la medida de lo humano.
Esta es la razón por la que los dos, Jesús y Hitler, lloraron.
¿Cómo puede lo “opuesto”, ese espacio estrecho y
remanente ocupado por la inocencia radical, consentir que su imperativo se
corrompa? Voy a describir sólo el caso
extremo, ya que ilustra todos los posibles decretos de la corrupción. El ser (en el ser humano) es radicalmente inocente,
su inocencia es el medio por el cual conoce el mundo y por el que es
responsable —por lo tanto debe buscar la justicia ¿Cómo es que puede entonces
aceptar y vivir con la injusticia? La
cultura debe estar corrompiendo la imaginación.
El ser (en el ser humano) se vuelve el enemigo de su propio “opuesto” —
se venga de sí mismo. Es como si el
imperativo para ser un ser humano se transformase en la necesidad de ser un ser inhumano —y la persona injusta
se vuelve contra sí misma con rabia.
Hace esto con la fuerza absoluta de la realidad — la persona se odia a
sí misma. Su propio “opuesto” le
tormenta — y dirige su rabia hacia los otros para castigarles por el tormento
que ella misma causa y para liberarse de los dolores del tormento. Toda injusticia es venganza y necesita ira y
destrucción. Para evitar ser destruida
por su propia ira, la persona injusta contiene su ira con malicia y cinismo; si
además extiende su ámbito a través de la burocracia, entonces se vuelve aún más
destructiva. Nunca se satisface a la venganza.
Nunca se mandan suficientes víctimas a Auschwitz. Toda política reaccionaria, del fascismo al
conservadurismo paternal, son formas de violencia, ya sea manifiesta o incipiente. A los injustos se les recuerda constantemente
su injusticia con imágenes de la pobreza y sus suburbios, de sufrimiento, con
imágenes de miseria y desesperación, de los huesos descarnados en vida de los
hambrientos y de los harapos de los muertos.
Ellos lo ven porque la vista es el primer idioma del recién nacido. Los textos pronunciados en drama son los ojos
hablando. Drama tiene lugar en ese hueco
perteneciente a la imaginación, inalcanzable para la ideología y que, como tal,
es la forma más profunda de realidad.
Es una tragedia cuando una persona muere pero cuando el héroe o heroína
Trágica muere, todas las personas mueren —el héroe o heroína Trágica muere para
que lo humano viva.
*
La diferencia entre el teatro y el drama puede ahora ser
entendida. Tanto si el teatro es cómico
o serio es fundamentalmente lúdico, un juego.
Intenta ponerse los zapatos sin sacarles de la caja. No busca equilibrio, no busca armonía en las
fuerzas de la vida. La sociedad sería inhumana sin lo cómico, pero tiene su
tiempo y lugar. Es cómico resbalarse con
una cáscara de plátano pero no lo es si te rompes el cuello y un niño
hambriento se come la cáscara. El teatro
evita el problema humano en ese hueco remanente perteneciente a la imaginación;
sirve a la ideología. Incluso agitprop
es teatro al mismo nivel que el entretenimiento ligero. Puede que diga a las audiencias que hacer y
hasta alentarles a que serán capaces de hacerlo. Pero hay otros medios mucho más eficaces de
hacerlo.
Agitprop no cambia a sus audiencias porque no cambia los
medios a través de los cuales lo humano se mide y se conoce a sí mismo. El teatro talla lo cómico con lo trágico,
drama talla lo trágico con lo cómico. Lo
cómico evita la suprema seriedad: que es el mismo ser (en el ser humano) quien
da al ser humano su responsabilidad y no la autoridad.
Drama repite el primer acto de creación por el cual el
ser humano se creó a sí mismo en el neonato.
Lo hizo al exponerse al placer y al dolor dentro de sí. Pero el ser no fue la experiencia fortuita de
estos efectos. Es también el
“intelectismo” por el cual discriminó entre los significados hacia sí
mismo. Esto es por lo que lo humano no
puede ser reducido a lo genético. El
“intelectismo” es una “discriminación consciente” y a partir de esto la
consciencia se observa a sí misma. El
neonato necesitaba hacer del mundo su casa pero el mundo era sí mismo y
por lo tanto responsable por el mundo —no solo era consciente de sentimientos,
sensaciones, emociones y afectos, sino, ahora, de la realidad y, dentro de la
realidad, de la lógica de la necesidad.
Es esta lógica la que nos da responsabilidad humana. No es que seamos víctimas del destino sino
que, por el contrario, responsables por necesidad. La necesidad es horriblemente transparente,
es la muerte de los dioses. Los héroes y
las heroínas trágicas ven esto y hace que el problema de lo humano sea claro
para ellos. El drama griego llego a
entender esto con Eurípides. La
consciencia humana es consciente de esta necesidad y por lo tanto la necesidad
forma parte del ser en el ser humano — y en última instancia, esto es lo que
nos hace responsables de la realidad.
Las experiencias del neonato son cósmicas, como si un volcán fuese
consciente de sí mismo —aunque no son abrumadoras porque la experiencia humana
soporta las leyes de la necesidad, y la fragilidad humana, incluso en el recién
nacido, se convierte en el lugar de las leyes de la necesidad. Las leyes de la necesidad crean la lógica de
la realidad, las cuales sustentan nuestra consciencia. Esta lógica surge en el tumulto de los
asuntos sociales y toma forma humana, y entonces la heroína y el héroe trágico
ven que la necesidad humana es la justicia.
*
El cuidado que el ser (en el ser humano) tiene por el
mundo, por la realidad, es esa necesidad de justicia. El drama del niño se convierte más tarde en
el escenario de catástrofe humana. Es
como si cada gota de sangre, cada agonía, ofensa, cada paso en Auschwitz, fuese
como poner una audiencia delante de un pequeño escenario. Pero el origen del ser en el recién nacido
es incluso mucho más cercano: la realidad es la consciencia. Lo que está en el escenario no es ficción
sino realidad porque es el ser “opuesto” que la ideología busca corromper
continuamente, que puedes haber
aprendido a ignorar como si hubieras muerto y de paso haber empujado hacia un
lado tu propio cadáver para poder seguir con el día a día de hacer dinero y
vivir. Todo drama tiene un centro en el
cual la justicia y la inocencia radical se enfrentan a la corrupción y a la
venganza. El poder del drama está en que
este centro esta también dentro de nosotros, la audiencia. Nosotros mismos podemos llegar a ser ficción
cuando desviamos nuestro mirar y entonces estar tan vacíos como los libros no
leídos o las obras que no han sido representadas —pero nuestro opuesto nos
torturará por haber actuado así. El
drama es realidad no solo en el sentido de “lo que realmente pasó” sino la
realidad misma en la que somos responsables por el significado de lo que
sucede.
La interpretación de cada línea, evento y hasta cada
gesto y expresión tiene que pasar a través del centro de la obra. El centro mismo hace que esto sea posible
pero es la producción quien debe saber la seriedad del centro, su significado
—no ocultarlo detrás de efectos abstractos que por poderosos que sean no son
más que teatro ¿Cómo llega la obra finalmente a su centro? Entrando en el evento extremo —y esto repite
la experiencia extrema del neonato. Lo
extremo es el lugar del “tiempo accidente.”
El tiempo accidente es un efecto biológico común que ocurre en los
accidentes de nuestra vida diaria. Es un
momento de concentración extrema. Con el
tiempo accidente las cosas pueden moverse a gran velocidad pero a la vez pueden
(y a menudo es así) parecer ir lentas.
No es como si fuera la cinemática cámara lenta —que es lo que hace el
teatro poniendo su atención sobre el movimiento en vez de sobre lo que
sucede. Tiempo accidente en un accidente
en la calle es una cuestión de vida o muerte, que permite a la mente ver como
escapar del accidente y sobrevivir. En
el tiempo accidente dramático el ser (en el ser humano) ve la situación humana
de un evento en su totalidad y comprende su significado. Es capaz de ver más allá de la pantalla
ideológica. Y como con el neonato, sin
la dualidades del egoísmo o altruismo, de lo moral-es y moral-debería —son lo
mismo, como si fuera justicia perfecta.
Ve con la lógica de la imaginación, que es la manera de ver de la
inocencia radical —ve el “objeto invisible.”
Pero es solo el actor, no el texto, quien puede hacer visible el objeto
invisible o ser él mismo el objeto invisible.
Drama es el arte de actuar. El
texto puede producir la situación del evento extremo pero es el actor el que
debe penetrarlo. Y cuando hace esto, es
cuando el objeto invisible se hace visible.
Qué es el objeto depende de la situación y de su relación con la
totalidad del lugar. Puede ser cualquier
cosa —la cara o la nuca o un objeto al que se señala. Si el actor conoce el centro de la obra, podrá
encontrar el objeto invisible en cualquier parte del texto —lo extremo podría
ser la relación entre la obra y la psique del actor. El drama griego clásico definió las
situaciones extremas con tanta precisión que la máscara del actor podría
convertirse en el objeto invisible, para que cuando la audiencia mirase a la
máscara se vieran a sí mismos. El objeto
invisible hace que el centro de la obra sea objetivo y lo reconoces porque tú
mismo (como espectador) eres el centro —en realidad, tú creas el objeto
invisible y la creatividad del actor es vacía sin tu creatividad. Para crear el objeto invisible usas la misma
creatividad que usabas para crearte a ti mismo cuando neonato. La creación tiene la lógica de la
necesidad. Esto no es una inversión a la
infancia, porque ahora tu vida lleva todo el peso del mundo dañado. Es como si el recién nacido prestase su
fuerza a tu fragilidad. En el objeto
invisible ves tu propio “opuesto”. Ya
sean los personajes o las obras dramáticas extravagantes o rebuscadas, el drama
surge de tu propia vida y eres tú quien está en el centro ¿Cómo podrías sino
ser Hamlet o Antígona —o Medea o Macbeth?
Está escrito que los dos, Jesús y Hitler, lloraron.
Finalmente podemos entender el sitio y el límite del
drama. El sitio no es el escenario, el
cual puede ser realista, simbólico y un largo etcétera —el sitio está dentro
del ser (en el ser humano), el sitio de las contradicciones y los conflictos
que he descrito. Pero el ser (en el ser
humano) está en la sociedad, la cual es también el sitio del ser (en el ser
humano) —y por lo tanto el drama tiene un espacio físico, la escena. La escena es el sitio del
ser-y-de-la-sociedad, de las necesidades y de las contingencias políticas y
sociales pero también del ser consciente.
En el teatro contemporáneo el escenario no es un sitio en este
sentido. En su lugar una serie de
escenas que se unen en lo incidental se apropian del escenario, reduciendo la
realidad a lo realístico. Los escenarios
griegos y jacobinos[8] eran los
sitios del ser-y-la-sociedad porque la arquitectura reproducía estructuralmente
la topografía y los niveles interiores del ser humano y la sociedad. El escenario reproducía las estructuras
subjetivas y las sociales. La realidad
era una casa y el drama mostraba la gente que en ella vivían; no obscurecía la
realidad con realismo o con lo simbólico.
Los dramaturgos modernos deben aprender como escribir el desaparecido
escenario-sitio en el texto. El sitio total, el escenario-sitio y el
ser-y-la-sociedad sitio, contiene todo aquello que es relevante a lo humano. “El Sitio” es una herramienta inmensa del
drama. Aquí solo puedo señalar unos
pocos puntos. Un objeto o una acción
pueden cambiar su significado y su valor cuando se cambia su situación en el
sitio. Un simple ejemplo: el cráneo de
Yorick cambia de significado dependiendo si esta dentro de la tumba o si esta
en la mano de Hamlet. Hamlet sujeta su
propia mortalidad. Así que la manera en
que ponga la calavera de nuevo en la tumba sea tal vez un objeto invisible que
el actor hace visible, o quizás será la manera en que se quita el polvo de las
manos. Cuando un bebé es apedreado hasta
la muerte en un cochecito de niño el significado del sitio entero cambia.
El drama está situado en los límites entre la sociedad y
el ser (en el ser humano), porque es ahí donde hacemos nuestra condición humana
práctica. Esta angosta línea divisoria
es también donde reside la vorágine donde la ideología distorsiona y
corrompe. Aunque este sea un espacio constreñido,
es sin embargo un espacio. En este
espacio es donde la imaginación se convierte en un medio para el entendimiento,
y cuando el drama crea la lógica de la imaginación cambia el significado de (y
sobre) el sitio ¿Cómo se hace esto? Drama es posible solo gracias a que el ser
(en el ser humano) sufre como un desgarro por su propio “opuesto” —de lo contrario
no habría más que sufrimiento. La rabia
que apedrea al bebé no hace sino repetir la rabia radicalmente inocente del
bebé mismo por el dolor del mundo —y esta es la rabia que nos hace humanos. Drama usa la creatividad con la que el
neonato se creó a sí mismo. De aquí
viene la diferencia vital entre actuar y promulgar. Actuar es teatro e imitar burlescamente la
realidad, promulgar es drama porque es usar los procesos con los cuales el
neonato se creó a sí mismo y a su realidad —y por lo tanto promulgando se
cambia la realidad. La reflexión
y el argumento pueden cambiar la apariencia de lo que sucede pero no pueden
enmendar la corrupción y además estos —la reflexión y el argumento— son ellos
mismos corruptibles. Dejan el sitio sin
cambios, igual que cuando empezaron.
Drama no argumenta los casos ni usa la fuerza sino que cambia la
realidad, cambia la medida a través de la cual nos conocemos a nosotros mismos
y creamos nuestra realidad. El problema
no es qué cambiar primero, el ser (en el ser humano) o la sociedad —estos crean
y se cambian el uno al otro. Solo drama
puede penetrar esta creación mutua y cambiar el significado de los
valores. Es nuestra única barrera de protección
frente al barbarismo. Es por eso que el
drama plantea las cuestiones más serias.
La pregunta “¿Quién está haciendo qué?” solo puede ser respondida cuando
se conoce su situación dentro del sitio.
Nada es obvio. Un acto en sí mismo no tiene sentido, no nos da su significado —nosotros le
damos su significado. El problema del
significado es que el sitio se presenta como un medio de medición o
comprobación. Históricamente esto es el
poder de la ideología. Por eso tenemos
que cambiar el significado de la sociedad, qué significa vivir en una sociedad. Si destruimos drama y su poder para hacer
esto podríamos volvernos desconocidos a nosotros mismos. Si los medios de comunicación modernos —pon, la
prensa de Murdoch— nos trivializa o nos degrada cuando destruye la lógica de la
imaginación, dejaremos de ser humanos y ya no quedan dioses a los que pedir
ayuda para salvarnos. Cité la lapidación
del bebé porque produce la absoluta seriedad de lo Trágico y que, en
definitiva, define nuestra humanidad. Este
es el contenido fundamental de mis obras.
Terminaré esta sección solo diciendo que cuando el ganado llegó al
matadero, los animales oyeron a los carniceros mugiendo. Está escrito que los dos, Jesús y Hitler,
lloraron. Así que, ¿por qué es Auschwitz
malo?
*
Los antiguos griegos fueron la primera democracia no por fundar
una legislatura pública sino porque fundaron drama. Las asambleas de ciudadanos hacían las leyes
y las administraban en sus tribunales.
Pero las leyes eran injustas —todas las leyes sociales son injustas
porque la sociedad es injusta. Para
encontrar justicia crearon drama. Su
drama utilizó los medios que he descrito para crear lo humano en el límite
entre la sociedad y el ser (en el ser humano), entre el ser humano social y su
opuesto. Los antiguos griegos observaron
los extremos de la paradoja humana con una atención sin precedentes porque eran colectivamente responsables del
peso de la democracia. Su
teatro fue talmente impulsado por el asombroso éxtasis que se produjo que creo
las bases de todo el drama del futuro.
Hasta nuestra entera civilización se basa en ello. Pero su gran período
duró poco más que la duración de una vida humana —demasiado
radical como para sobrevivir en las primitivas organizaciones sociales de su
tiempo. La misma simplicidad que lo
creó, lo destruyó. Tenemos que instalar
su simplicidad dentro de nuestra complejidad.
La antigua Grecia se arruinó con sus guerras civiles y después la violencia
de Roma se dió vía libre para colonizar todo aquello que pudo o lo que pisaron
sus soldados. Pero dado que el “opuesto”
no puede ser colonizado por la ideología, incluso siendo tan sutil, Roma
mantuvo su violencia reemplazando la escena con la arena del circo. Roma gobernó con pan y venganza. Esto creó conflictos con el imperativo humano
y la cristiandad como solución fue inevitable —porque incluso cuando los
valores y el significado de lo humano son en sí mismos ambiguos, sus relaciones
son lógicas y teóricamente simples. La cristiandad era simultáneamente trágica
y grotesca. Aquello que los antiguos
griegos dijeron era ficción, la iglesia dijo que era real — retorció el
significado para cambiar los valores. Se
aseguró su milenario destello de libertad a través de represión —la iglesia es
una prisión en la cual el “opuesto” del ser (en el ser humano) esta derribado y
atado con esposas. Los dioses del drama
de los antiguos griegos son ficciones de escena pero el Dios de la cristiandad
es real. Hay una correspondencia casi
hermética entre el drama de la antigua Grecia y el cristianismo. Es en la historia central donde se ve esto
más claro. En el drama griego Edipo
resiste a su padre y le mata para después poseer a su
propia madre, en el cristianismo el padre mata al hijo obediente y la madre es
una virgen que no ha sido tocada por ninguno de los dos. En el drama griego la ficción promulga la
lógica de la imaginación para darle a lo humano poder y autoridad para cambiar
la realidad. El cristianismo reemplaza
la lógica de la imaginación con la burocratización de hechos desproporcionados
— incluso trata de burocratizar el “alma” humana. Esta es la prisión del cristianismo. Antígona
muestra por qué esto debe fracasar. La
ironía es que la ficción es siempre más real que en lo que se ha convertido la
realidad misma. El cristianismo está atiborrado de ambigüedades de la paradoja
humana — por ejemplo, en Las Bacantes,
Dioniso-Cristo es el dios que destruye la prisión. La paradoja humana — el trabajo de la
imaginación en el espacio, en el hueco dejado por la ideología — es implacable:
esto significa que los valores deben cambiar a medida que su situación dentro
del sitio cambia y que esto cambia el significado del sitio mismo. Tal y como es, la manipulación que hizo el
cristianismo de la paradoja humana fue profunda. Estabilizó la sociedad, hizo posible la
organización de la creatividad práctica y se prolongó hasta que la razón mató a
Dios y la ciencia llevó a cabo una autopsia post-mortem sobre él. Ahora ha retornado a la ficción pero sin la
lógica de la imaginación. Se ha vuelto
una mentira y solo los fanáticos creen en mentiras ¿Qué resulta de la violencia
que vive incipiente en esto y en toda religión?
Aquellos que una vez habrían sido las victimas de su inquisición se
transforman en inquisidores —los fanáticos y los terroristas.
*
Los seres humanos son más ingeniosos que creativos. Durante generaciones la historia “se ha
arrastrado” hacia adelante hasta que las nuevas tecnologías destruyen las
relaciones sociales, haciéndolas inviables.
El Londres jacobino y la Grecia de hace 2.500 años fueron claramente
tales tiempos. Entonces la historia no
se arrastraba hacia adelante sino que jugaba a la pídola. Era aterrador pero liberaba; creó un drama
que penetró los extremos de la existencia — en ese sitio situado entre la
sociedad y el ser (en el ser humano), una línea tan fina como la línea
demoledora de las placas tectónicas— creando así una realidad nueva y una
manera nueva de ser un ser humano. Era
una historia que hacia soportables los enormes problemas, incluso con una humanidad
tan frágil, y hasta incluso hoy vivimos de lo que nos dio. Mucho mas grandes son los cambios en nuestra
era moderna; los siglos parecen estar apiñados en unos pocos años. Nuestra era también debería ser aterradora
pero también liberadora. En su
lugar hay caos y un aburrimiento irritable que se libera en los disturbios
callejeros. Nuestras relaciones sociales
son impracticables, la distancia entre los ricos y los pobres se ha ensanchado
exponencialmente y nos hemos vuelto más injustos. Y dado que toda injusticia se mantiene bajo
control por medio de la violencia, los gobiernos sustituyen la justicia con la
venganza (esto no se hace siempre cínicamente; los dueños de The News of The World probablemente
hasta creían ser la voz moral hablando por el bien común). Aferrándose a su apariencia de modernidad científica, los gobiernos intentan constantemente nuevas maneras para reformar
a los delincuentes y para reducir el crimen. La única manera de reducir el crimen es
construyendo una sociedad más justa ¿Por qué algo tan obvio no se ve? Ya hemos encontrado la respuesta.
La sociedad solo se conoce a sí misma a través de los
medios de comunicación. Nuestra “era mediática”
y su inmensa tecnología de la comunicaciones esta dominada por la prensa y su
incansable flujo de noticias. En esta
era deberíamos estar más informados que nunca, deberíamos conocernos mucho
mejor y deberíamos ser capaces de crear una cultura que hiciera parecer la
cultura de la antigua Grecia, con su esclavitud, simple economía y ciencias
elementales, primitiva. Sin embargo no
hemos creado los modernos herederos de Edipo y Antígona, o de Hamlet y Lear,
las ficciones que todavía tienen aliento dentro de nosotros. En su lugar tenemos a los The News of the
World y su depravada mezcla de odio y sentimentalismo, de puritanismo y
lujuria, de la trivialidad de sus famosos y las batallas fútiles de futbolistas
millonarios. Esto es la murdoquería, la cultura de Murdoch, y
sobrevive el final del periódico. Su
origen ni es Murdoch ni su única fuente contemporánea; ni era la intención de
Murdoch ni lo pudo prever y puede que sea la víctima peor parada y hasta
tendríamos que haberle creado antes de que pudiera destruirnos —se trata de lo
mismo y por lo tanto el nombre es apropiado. Los medios de comunicación de Murdoch son una
ONG no electa cuya única responsabilidad es hacer dinero. El parásito que mueve nuestra sociedad es el
dinero, el que da a la sociedad su energía frenética. Murdoch es esa persona
que controla el parásito. No lo hace en
el mercado del dinero sino combinando el parásito con la comunicación de
información. Esto corrompe todas las
instituciones de la sociedad porque para sobrevivir necesitan dinero y solo lo
obtendrán uniéndose a la cultura de Murdoch.
La combinación de dinero y medios de comunicación es totalmente corruptora. Esta es la razón por la que la organización
de Murdoch podía comprar policía y políticos y pudo establecer su puesto de
mercado en el nº 10.[9] Murdoch es el dueño de nuestra cultura
—televisión, radio, deporte, todos los medios que tenemos para conocernos a nosotros
mismos, el arte que ahora es basura y la taxidermia química usada en animales, la música hipnótica de masas y sus festivales, y hasta el Hollywood-Bollywood. Las películas tienen su propia cultura de
vigilantismo-y-tenue-fascismo, pero la corrupción del resto de la cultura hace
que esto sea aceptable. Lo mancha todo. Cuando el barco se hunde, todo se hunde con
el.
Su efecto más corrosivo lo sufre el drama. Lo ha destruido. Vivimos en una de esas crisis que definen una
época. En el pasado las crisis mismas se convirtieron en
estallidos de creatividad abrumadora,
produciendo gigantes que hasta torcían la realidad para servir a los propósitos
humanos. Ahora toda
la riqueza del drama que he
estado describiendo es desechada
y su responsabilidad por el futuro abandonada. La historia está esperando en la puerta y nuestros
National Theatre, The Royal Shakespeare Company, The Royal Court, y todos los
teatros establecidos, han sido reducidos a servir a un furtivo, escurridizo
hombrecillo que se convirtió en el amo del parásito. Debería ser dicho una y otra y otra vez: es
una catástrofe.
[1] Bond utiliza el nombre “mob” que yo traduzco
como “chusma”. Las traducciones españolas oficiales de “mob” no reflejan su
sentido real. En el sentido inglés de
Bond, un o una “mob” es más un grupo indeterminado de personas descontroladas,
violentas, con ganas de linchar a alguien.
Uno de los asuntos que sustentan y se repiten en la filosofía de Bond es
la terrible pérdida humana cuando venganza se confunde con justicia, o la
aplicación de venganza por las instituciones de poder trasvertiéndolo como
justicia. Es más, en inglés, “mob” puede
ser utilizado para nombrar a la mafia; especialmente esa de la zona y origen
londinense.
[2] Bergen-Belsen, campo de
concentración nazi, Baja Sajonia, Alemania, liberado por los soldados
británicos.
[3] En vez de “el ser
humano” — que literalmente sería “the human being”— Bond usa “the human self”
que es mucho más profundo y completo y que él usa repetidamente. “Self” es usado ampliamente en inglés: a
veces es nombre, otras adjetivo. En el
sentido Bondiano yo lo traduciría como “el ser que está dentro del ser humano”
en un sentido holístico, que nos distingue y que al mismo tiempo nos hace
iguales. Es la fuente interior de nuestra
consciencia. Desde siempre Bond ha
sugerido que necesitamos mejorar la definición de “humano” porque sin esta,
podríamos hasta perder nuestro derecho a existir.
[4] Con “pathos” Bond se
refiere al sentido aristotélico del sufrimiento humano, existencial de una
persona normal que vive en el mundo real.
Otra cosa es una de las definiciones que ofrece de “pathos” la academia española como “patético” que no
se acerca para nada a la intención del autor.
[5] Aquí Bond usa la
expresión “humanness”. “Humanness” es
traducido por los canales oficiales como “humanidad” — lo cual no es totalmente
preciso. Humanidad en inglés es, como
siempre ha sido, “humanity”. Humanidad
—“humanity”— es una cosa pero “humanness” es más profundo, es decir: cuando
hablamos del ser humano como intrínsicamente bondadoso, imaginativo y al mismo
tiempo, imperfecto. Cuando nos referimos
a aquello que es humano no nos referimos solo a los seres humanos sino a todo
aquello que se relaciona. Por eso he
preferido usar aquí “lo humano” – más preciso sería aun “la condición humana”
pero sería dar demasiado.
[6] Para indicar al recién
nacido Bond usa “the neonate” y el idioma inglés le permite describirlo como si
fuera un genero neutro y/o universal —incluso usa el pronombre “it” como objeto
directo para indicarlo. Es por eso que
también usa el término de Leibniz “mónada” como unidad indivisible, original,
única, formando parte imprescindible del todo universal. Es por eso que aquí no entraré a reflejar
géneros y que si “la” o “el”. Un recién nacido es un recién nacido.
[7] Observa que no lo
traduzco como “La tragedia y la Comedia”.
Bond no se refiere a dos formas diferentes, digamos, de teatro. En la filosofía Bondiana, la tragedia se
forma con lo trágico y con lo cómico, uno interdependiente del otro. Por eso también encontramos que en las
verdaderamente grandes comedias encontramos momentos trágicos y viceversa. Todo es dado por la lógica. Sin lógica no hay verdadero, gran drama sino
ideología. Brecht notoriamente evitaba
seguir la lógica en las historias de sus obras porque sino “la gente se reiría
en momentos en que el autor quería seriedad”.
Lo mismo hacen la mayor parte de los autores burgueses con el uso
disparatado del melodrama, por el motivo ideológico opuesto, es decir, burgués.
[8] Bond se refiere a la
arquitectura Jacobina (Jacobean). Esto
es el teatro inglés durante el reinado de Jaime I (1603 – 1625) en el que se
representaban mayormente obras de Shakespeare, Ben Jonson, Thomas Dekker o John
Webster. Muchos se refieren a esta como
Isabelina, pero esta es anterior (1558 – 1603).
[9] Naturalmente, Bond se refiere a la residencia de los primeros
ministros británicos, Downing Street nº 10, en Londres.
(Traducción Dr. J C Villa)
(Traducción Dr. J C Villa)
Cito: "Hasta que un neonato hace esto, la criatura es lo que Leibniz llama un “mónada” — un mundo completamente cerrado en sí mismo, con, dice Leibniz, ninguna ventana en el mundo exterior."
ResponderEliminarEl neonato NO viene al mundo coMpletamente cerrado en sí mismo, FORMA UNA PAREJA CON SU MADRE, VIENE en DÍADA(madre-hijo).
Un abrazo.
Cito:"En el drama griego Edipo resiste a su padre y le mata para después poseer a su propia madre".
ResponderEliminarEl psicoanálisis, con Freud a la cabeza, crearon la gran patraña burguesa. Edipo en primer lugar es la represión de la sexualidad femenina y del deseo materno.
¿A qué majaderos se les puede ocurrir que los bebés,lo que quieren es poseer a su madre y matar a su padre...?
Afortunadamente, estos burgueses garbanceros, se limitaron a tratar a gente aburrida, y no calaron en la díada madre-bebé.
Hoy si es alarmante, se impide la relación madre-bebé, en beneficio del jefe, la empresa.
Mujeres y hombres tenemos que resistir ante la suplantación de las madres y el impedimento de poder serlo.
Vida sencilla y apoyo mutuo con nuetros hijos.
Un abrazo
Euridice,
EliminarEstoy completamente de acuerdo contigo en cuanto que Freud "es la gran patraña burguesa". Y así también piensa E. Bond. Lo que pasa que esto es mucho más complejo y tendría que explicar volúmenes aquí. Que Edipo mata a su padre para poseer a su madre tampoco es cierto. Bond acelera el discurso para llegar al meollo un poco apresurado. Da por dado que quien lee esto tiene cierto aprendizaje dramático. En la obra de Sófocles, Edipo es totalmente inocente; cree y quiere hacer lo correcto todo el tiempo. Mata a su padre justamente —defendiéndose, y sin saber que era su padre. Y se casa con su madre sin saber que era su madre. Y este es el mensaje capitalmente importante de la tragedia; es ética: que incluso cuando crees y todo indica que lo haces bien, quizás estés haciendo lo peor, lo anti-humano. (Ética no es acerca de lo que necesitas o quieres, sino acerca de lo que deberías necesitar o querer). Pero atención: llega un momento en la obra en que Yocasta misma sabe, entiende, antes que Edipo, que es su madre, y no quiere que la situación cambie, no quiere que Edipo lo sepa. Esto sigue siendo importantísimo en nuestra sociedad llamada "civil.".
En cuanto al mónada: Bond quiere llevar el concepto hacia la idea de la inocencia radical del neonato que viene al mundo deseando y entiendo el mundo como su casa —su casa legítima — un mundo de justicia e igualdad. Esta idea es pronto destruida, por la sociedad y la educación. Es un discurso para actores bondianos: el imperativo por justicia del neonato que, protegido de las ideologías con la imaginación, es llevado al estado de adulto.
Y aunque no metería la cuestión feminista precisamente en el universal Edipo, estoy de acuerdo contigo y me alegro que lo puntúes. El feminismo es precioso para mi, pero el feminismo de Rosa Luxemburg y/o Clara Fraser, que buscaban una universalidad total contra la opresión —de todos los oprimidos, en un sentido marxista, no formalista.
Un abrazo.
La diada(madre-niño o niña), no entiende de complejos de Edipo o Edipa? o de Electra o Electro? (risas).
EliminarEl poder es una trama de múltiples poderes con sus respectivos "conceptos"(risas). ¡¡¡DESTINO!!!(silencio).
Un abrazo.