Tal vez
cada veinte años habrá una nueva generación de jóvenes escritores
enfurecidos. Tienen derecho a estar
enfadados. Todavía hay muchas cosas por
las que estar enfadados. Pero, ¿de qué
sirve que los escritores nos digan que están enfadados cinco veces por
siglo? La causa de la ira puede ser la
impotencia.
No
hemos hecho tanto insultando a la gente necia y presuntuosa que ocupa el
poder. Insultarles no les quita el
poder. Y no basta con señalar a que conduce
su mal uso del poder. Hay que decir cómo
lo obtuvo y como lo mantiene.
El
capitalismo usa y necesita de la ciencia para comprender la naturaleza de las
cosas. Pero no quiere comprender a la
gente. Entender a la gente podría
destruir el engaño en el que se basa su propia seguridad. También haría que la gente se entendiera a sí
misma de una manera más fácil. Sería más
difícil controlar a la gente. El
capitalismo no quiera saber qué somos sino cómo podemos ser manipulados. Para ello el capitalismo crea una mitología
acerca de los hombres y de la sociedad.
Esto pasa por su cultura — y es prácticamente feudal.
Cuando
la cultura capitalista controla la ciencia y la tecnología estamos en
peligro. Los dramaturgos tienen razón
cuando advierten de un apocalipsis venidero.
Pero eso es solo una parte de la verdad.
El capitalismo no tiene que llevarnos ni a un estado fascista estable,
ni al fin del mundo. Ese tipo de
pesimismo es irracional.
El
capitalismo ve a los hombres como bestias.
Les tiene que retener con la ley y el orden y manipularles con
incentivos y coerción. Ésta es la imagen
del hombre. Es mitológica. Y esta imagen no es capaz de librarse de esta
mitología. Para ello esta imagen tendría
que dejar de ser capitalista. Es por eso
que el capitalismo nunca será apto para controlar la ciencia y la
tecnología. Las utiliza
irracionalmente. Es solo racional cuando
se ocupa de la cosas y de su funcionamiento.
No es racional respecto a las personas o de su relación con las cosas y
del uno con el otro. En otras palabras, el capitalismo ya no
expresa la realidad de una manera adecuada y precisa. Ya no tiene una cultura.
El
capitalismo usa la educación y la moralidad para enseñar a las personas
mentiras acerca de sí mismos y de la sociedad.
Comienza a hacer esto cuando las personas son niños y esa es la razón
por la que la enseñanza tiene un efecto.
Pero las personas no tienen una necesidad permanente de creer
mentiras. De hecho, las mentiras que
enseñan contradicen la experiencia diaria de la gente. Por muchas razones, todas las personas
intentan, a veces más a veces menos, expresar su experiencia de una manera
adecuada y precisa — es decir, racionalmente.
En estos tiempos de irracionalidad capitalista, una cultura racional
sólo puede crearse mediante la expresión de la experiencia de la clase obrera — y, obviamente, debe ser la clase obrera quien tome mayor partido
creando esta cultura. Esta cultura
racional necesitará tener nuevas formas políticas y sociales. También necesitará una imagen de personas
nuevas —y formas artísticas nuevas.
Escritores pueden crear arte trabajando solo para crear esta
cultura. Es la única manera de grabar la
verdad. Los escritores que no ayudan a
crear esta cultura desaparecen en el silencio u ocultan su creciente
superficialidad bajo un cada vez más profundo oscurantismo o corren a la
guarida de la reacción. El teatro
contemporáneo tiene ejemplos de los tres casos.
La forma del nuevo drama será la épica. Esta expresión (la épica) es malentendida, en
parte porque aún no está plenamente desarrollada. Una obra épica cuenta una historia y dice por
qué sucedió. Esto le da a la obra un
inicio, un medio y un final unidos de manera veraz. Esto no es cierto del teatro del absurdo que
ve la vida sin significado, sin sentido: tiene un inicio y un final pero sin
medio. Al teatro burgués solo le
conciernen las anécdotas: tienen un medio, pero sin principio ni fin.
Las obras épicas no necesitan cubrir siglos o tener
un reparto de armadas. La esencia del teatro épico es la manera en que selecta,
conecta y juzga. Incluso cuando trata de
dos personas que discuten en una cocina, saca su método y valores del
entendimiento de la historia de todos los seres humanos. ¿De qué otra manera se podría juzgar entre lo
que esta bien o lo que está mal? Los
escritores burgueses creen ser los únicos que escriben con sutileza y
sensibilidad. Ven el teatro épico como
algo abstracto, inhumano y frío. Pero lo
que ellos llaman sutil y sensible es sólo arbitrario e incompleto. Tratan de obtener significado de lo
incidental. No; la estructura general de
la historia debe ser entendida antes de dar significado a sus incidentes. Es por esto que la épica es la única forma de
teatro que puede ser sutil y sensible —y tener buen gusto, ingenio, matiz e
intimidad humana. Al teatro burgués le
falta este sentido de propósito y esto le hace inhumano. Sería injusto juzgar su sutileza y
sensibilidad por el forraje que da a sus cansados hombres de negocios y a sus
aburridos clientes. Esto dejaría al
teatro burgués bastante bien parado, sin culpa.
El teatro burgués debería ser juzgado por su crudeza, superficialidad, y
vulgaridad de sus obras tan admiradas por sus propios intelectuales.
La ira y el apocalipsis no son suficientes. El teatro debe hablar de las causas de la
miseria humana y de las fuentes de la fuerza humana. Debe decir claramente cómo y por qué vivimos
en una cultura nihilista. Y debido a que
la comprensión de la historia ha sido contaminada con la mitología, el teatro
debe re-escribir la historia para dar sentido al futuro. Para hacer estas cosas necesitamos un teatro
racional.
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