Quiere decir que antes de
apreciar en su sentido total, el enorme valor humanista en la obra de Bond,
primero necesitamos reconsiderar nuestra percepción del mundo; que antes de
aproximarnos a la obra dramática de Bond y reproducirla es conveniente explorar
primero meticulosamente tanto su pensamiento como aquellas teorías filosóficas
que lo apoyan y sostienen. Para poder
entrar en esta distinta plataforma Bondiana, dos estudios tienen importancia
capital: uno es la teoría de reificación de Marx (capitulo I de El Capital)
y los estudios posteriores que de este emanan con la Escuela de Frankfurt, W.
Benjamín y Györ Lukács. Y el otro es la evaluación de Nietzsche acerca del los
hombres de resentimiento (o mejor, ressentiment, que es como Nietzsche usa originalmente en su Genealogía de
la Moral).[1] Estos dos estudios interactúan entre si y,
como he demostrado incontestablemente en mi investigación doctoral, muy a pesar
de algunos académicos,
ayudan a demostrar el verdadero, gran valor filosófico de la obra
Bondiana que es lógica, realista y materialista, en el sentido marxista, en vez
de provocativa, transgresiva.
La intención de Bond es
confundida con la provocación porque, come se hace necesario ilustrar, dentro
de la visión mental del dramaturgo, todo significado y/o percepción necesita
ser reconsiderado y/o reevaluado. En
nuestras sociedades liberales la igualdad social se confunde o interpreta como
oportunidad; la justicia no es justicia sino venganza; y la libertad no va más
allá del acto de ir de compras. El arte
(y por lo tanto la estética) es una invención moderna y ambigua que, formando
una parte fundamental de la incesante revolución burguesa iniciada en 1848
hasta nuestros días, no asegura un acercamiento humano o humanista: arte puede
operar a favor de una futura sociedad democrática y socialista pero también a
favor de un estado excepcional como el estado fascista. Y lo que es peor, nuestra vidas trascurren
dentro de un marco social que sigue alimentando y protegiendo la peligrosa
superestructura social e ideológica que reinaba en Europa en los años 1920: es
decir representación parlamentaria liberal, diferencia de clases como un
natural dado y aceptado, popular resentimiento hacia las minorías, la feroz
competición por posiciones de excelencia, de reputación, de autoridad social e
intelectual, de seguridad etc., etc.
¿Por qué es este estudio
necesario?
Porque sin este estudio Bond es
erróneamente valorado como un provocador, transgresivo y polémico cuando en
realidad su posición filosófica es realista y materialista. La provocación, la trasgresión y la polémica
son en realidad características ideológicas burgueses y pequeño burgueses. Mick Jagger, no es tan transgresivo como
cuando caprichosamente decide volar con su jet privado desde su isla en el
pacifico hasta Londres solo para comer caviar en su hotel preferido. Y nadie y nada es tan transgresivo como el
súper-millonario inversor y especulador de divisa internacional George Soros,
quien apostando contra la libra esterlina en 1992, colapsó el Banco de Inglaterra,
haciendo que muchas familias británicas perdieran sus empleos y sus casas o
cuando obtiene obscenos beneficios de las crisis internacionales como la crisis
asiática en 1998. Nuestro tiempos
actuales de absoluta obscenidad financiera son el resultado de la máxima transgresión de unos
agentes enloquecidos por la promesa de rápidos beneficios. Como matar por deporte un elefante —aunque la
misma obscenidad transgresiva es matar por deporte cualquier animal. Como bien explica Terry Eagleton, el burgués
conservador rechaza al artista tildándolo de trasgresor peligroso porque en
realidad el burgués está rechazando su propia imagen.
La obra de Bond es única y sin
parangón, más próxima a Sófocles y a Eurípides que a Brecht o a Beckett, a los
que Bond apropiadamente detesta. La
plataforma Bondiana critica objetivamente estos dos grupos o tendencias
fundamentales del teatro: Brecht miente, no en su teoría sino en su obra,
porque la ideología miente destruyendo la lógica, elemento fundamental del gran
drama. Beckett también miente, también
gracias a otra ideología, es indiferente si consciente o
inconscientemente, porque el ser humano no nace loco o criminal o pasivo – esto
es, alienado. El ser humano se convierte
en un loco o en un criminal o en indiferente por el dolor que conlleva tener
que vivir en una sociedad donde la injusticia forma una parte imprescindible y
diaria de la vida humana (imprescindible porque sin la injusticia las
sociedades capitalistas no podrían funcionar).
Pero lo realmente pernicioso en la filosofía intrínseca en la obra de
Beckett y sus prosélitos es la celebración del pesimismo, presentando una
sociedad incambiable, ahistórica y
permanente; como si la humanidad hubiera llegado al punto final de su historia.
¿Por qué se confunde la
posición creativa de Bond?
“La realidad no es trascendental,
sino material” afirma Bond. Sin embargo
el teatro moderno (entendiendo el teatro moderno como un gran bloque, sin
etapas o fases, que empieza con la emancipación feudal de la burguesía que
culminaron en las revoluciones burguesas de 1848, coge fuerza con James Joyce,
y evoluciona hasta nuestros días) es entendido y reproducido como algo que
busca la respuesta a la paradoja humana en lo trascendental —lo inmaterial; a
través de la trasgresión, de la ilusión, la fantasía o lo fantástico, y todo
tipo de trucos o “fuegos de artificio”; también a través de la representación-narración
de un infinito número de problemas sociales.
Es como el ratón que da vueltas y vueltas en la noria de su jaula,
pensando que viaja a alguna parte. Detrás
de esta concepción de “naturaleza humana” y de “hombres que nacen para mandar y
oprimir a otros” está, por supuesto, la filosofía de Martin Heidegger y, en
España, de su alumno Ortega y Gasset, y que sigue sustentando la percepción de
lo social en el occidente avanzado.
¿Qué se puede proponer para
introducir un drama que todavía tiene que nacer?
Seria fundamental exponer, en
forma introductiva, primero y
reflexionar después, las filosofías que ayudan a demostrar que la filosofía del
drama de Bond no es provocativa/transgresiva sino realista-materialista;
algunos de estos son:
A) ¿Qué es el sublime; qué es una
experiencia subliminal? (Hegel, Kant, Burke)
B) ¿Cómo es posible aplicar simultáneamente
Marx y Nietzsche en el contexto dramático? Como señaló Max Weber:
La honestidad de un académico y sobre
todo, de un filósofo contemporáneo, se decide en la base de su actitud hacia
Nietzsche y Marx. Aquellos que no
reconocen que no podrían continuar una considerable parte de su obra y seguir
la mayoría de sus estudios más importantes sin la obra de estos dos, se están
engañando a si mismos y a otros. El
mundo en el que intelectualmente vivimos es un mundo moldeado en gran parte por
Marx y Nietzsche.
C) ¿Qué significa una plataforma ética en
el contexto dramático?
D) “Los niveles de violencia de un país, de
una comunidad son proporcionales a sus niveles de desigualdad” ¿Qué relación
hay entre esta aserción sociológica incontestable con la dramaturgia Bondiana?
E) La pequeña burguesificación de la mente
humana ahora global,universal. Efectos
en el autor contemporaneo y en la audiencia; ejemplos (Pierre Bourdieu, Nicos
Poulantzas, García Düttmann).
¿Por qué la idea de la pequeña burguesificación social es tan relevante
para la filosofía Bondiana?
La filosofía Bondiana contiende
que vivir en la sociedades liberales es vivir
en tiempos extremos. Como me dice Bond en una carta “Si el Marxismo es
la política de la justicia, vivimos en una época donde esta resulta
impracticable.” Las sociedades liberales
no lo ven así: para ellos la sociedad de la democracia liberal tiene problemas
que pueden solucionarse con buenas políticas y leyes; para el liberal la
sociedad es injusta, sí, pero por culpa de “malos políticos”, “el sistema sufre
de algunos errores, de algunas carencias”, dicen, “pero funciona” – lo cual,
simplemente, esta lejos de la verdad. Esto es difícil de entender incluso para
algunos de los más fervientes seguidores de Edward Bond. Algún tiempo atrás en el 2006, Bond mismo me
pidió que hablara con una profesora de una universidad española cuya especialidad,
dentro de la rama de la filología inglesa, era la obra de Edward Bond. Al final de una larga conversación en la que
yo escuchaba y ella hablaba sin descanso apasionadamente del “amor por la
justicia” de Bond, resumió su soliloquio concluyendo que todo era por culpa “de
políticos tontos” y no del sistema liberal democrático. Es entonces cuando
entendí como si me golpeara un relámpago que en la plataforma Bondiana hay
tanto trabajo por hacer. En la filosofía
Bondiana no cabe la crítica al individuo o individuos sino al sistema y la
ideología en el que los individuos viven; la filosofía Bondiana no intenta
preguntar “¿Qué?,” “¿Quién?” o “¿Cuándo?” sino “¿Por Qué?”. Es precisamente las esperanzas éticas lo que
hace que la obra de Bond sea de cardinal importancia.
En conferencias públicas en el área del teatro en Inglaterra he oído a
académicos de peso acusar a Tony Blair, repetidamente y sin vacilación, de
mentiroso y de reconstruirle como la causa principal de los desmanes sociales
de Gran Bretaña. Bond y su filosofía rechaza estas reflexiones superficiales
que, en realidad, evitan confrontar aquello que es el verdadero núcleo del
problema: porque el ex-primer ministro Blair no es ni más ni menos mentiroso
que cualquier otro profesional de cualquiera otra rama profesional. Su objetivo es alcanzar la posición más alta
de su “carrera”. Mostrar indignación ante unos hechos tan hediondos como la
guerra de Irak y explicar que tal acto es la consecuencia de las mentiras de
Tony Blair es mostrar ignorancia histórica; si el acusador es una persona
altamente instruida, tal acusación no es más que distraer a la conciencia de
ver un secreto abierto a todos. En
efecto, Blair es un político profesional que entro en la política entendiendo
el área de la política como una carrera profesional más donde resaltar y
crearse una reputación, que por una vocación social. ¿Fue Blair un mentiroso?
La lógica, la imaginación y la razón – que no son más que tres de los elementos
fundamentales para emular el gran drama clásico - nos dicen que si Blair se
hubiera negado a aliarse con la administración norteamericana en la guerra
contra Irak, la pequeña burguesía británica – incluyendo esa norteamericana y
muchos de los académicos que hoy le acusan de mentir - le habría caído encima
como una montaña de ladrillos — y Blair actuó en consecuencia.
Todos los países
viven dependiendo de la especulación financiera creada por el Gran Capital de
Wall Street y la “City” de Londres, cuyo movimiento de capital con Wall
Street se iguala a varias veces el P.I.B
del Reino Unido entero. Como afirmaría
la filosofía Bondiana, Blair no es que fuera un mentiroso, sino exactamente un
profesional de la política – la forma más corrupta de hacer política - con una
prioridad más que incrustada como verdad única en la mente de todos globalmente,
el imperativo que supera con creces cualquier otro imperativo: tratar de
asegurar por todos los medios, incluso a costa del sufrimiento humano o su
brutalización, un constante crecimiento de capital.
En el activismo político actual (ese que es fundamentalmente mediático,
prominente, que lucha por mayorías electorales) ejercer política se entiende
como una profesión más, análoga a cualquier otra profesión como banquero,
ingeniero o conductor. Un personaje
político hoy se presenta al público como un agente puramente profesional y que
actúa según los criterios del profesionalismo. ¿Qué es el profesionalismo? No podemos detallar aquí el significado
completo del profesionalismo vigente pero bastará decir por ahora que, en la
plataforma socio-política actual, el profesionalismo como concepto es análogo a
la idea de la teoría de la pequeña burguesificación[2]. La pequeña burguesificación responde a la
pregunta “¿Qué pasó con la diferencia de clases? ¿Existe aun la clase
trabajadora y sus reivindicaciones históricas? Por supuesto que las clases
trabajadoras, explotadas, abusadas, que viven diariamente en el borde del
barranco, aferrándose como hicieron en el pasado a todo aquello que puedan
aferrar, incluso a lo más indigno, existen.
Pero ahora estos miles de millones de individuos tienen aspiraciones, no
de un mundo donde todos están unidos en un proyecto común humano, sino como
enemigos; es decir, compitiendo unos contra otros.
El profesionalismo en si forma
una parte fundamental en la reproducción de la ideología dominante – ya sea la
dictadura Stalinista-comunista o el régimen burgués. Una persona considerada un
“buen profesional” no debe mostrar ni emociones ni empatía por el otro ni
tampoco esperar comprensión para uno mismo en el otro. Un buen profesional no puede aplicar
conceptos como “principios”, ya sean morales o éticos o ideológicos, porque su
profesionalismo se pondría en duda. El
político profesional sugiere solucionar problemas particulares mientras propaga
que el sistema, aunque con imperfecciones, funciona; negocia entre el Gran
Capital y las sociedades a las que representa, para beneficio y mantenimiento,
precisamente, del Gran Capital.
Mientras tanto donde había un
problema, resurgen tres que, a su vez, se convierten en oportunidades económicas
(que por supuesto se convierten ocasionalmente en más o menos exitosas obras de
teatro).
Termino así dejándole al mismo
Bond hablar de su filosofía:
La democracia
del consumo “estetiza” el acto de consumir.
Todo lo que puede hallarse en sus calles son fantasmas. Sólo con el delito es diferente porque es la
inocencia substanciada en objeto como venganza frente a la injusticia. El teatro posterior al Brechtismo debe confrontar
a la ideología con las corrupciones que esta provoca. Cuando la confrontación es específica y
clara, no puede ser ignorada. El
Brechtismo nos da razones para actuar pero no para vivir. Por algún tiempo pudo haber sido suficiente. Ahora, no.
Nos convertimos en peones de la Tecnomaquia.[3]
No podemos confiar en nuestra humanidad,
no existe una humanidad sempiterna contra la cual apoyarse. No está anclada en la razón; a cada uno de
nosotros nos corresponde crearla. Si eso
no se comprende, entonces nuestra situación es desesperada. Como hicieron los antiguos griegos, debemos
confrontar al origen de nuestro “ser”.
El Brechtismo elude nuestra incógnita más importante: no “¿Qué haremos?”
sino, primero, “¿Quiénes somos?”
En su descomunal y doloroso libro The Theory and Practice of Hell
(1960, New York: Berckley Publishing Corp.
) Eugene Kogon, un superviviente de Buchenwald, nos dice que había gente que no
se dejaba morir porque lograba encontrar motivos para alimentar venganza y
odio por el “otro"; porque dominando formas y maniobras criminales, lograban
situarse un paso delante de los otros presos.
“Había muchos mártires muertos en los campos,” concluye, “pero muy pocos
santos vivos” (p. 306).
No abandonamos Auschwitz. El pianista superviviente siguió tocando la
misma sonata con la misma cadencia melodramática, vestido con las mismas galas, y pagado por la misma audiencia corrupta. El
joyero volvió a sus joyas y el mercenario a sus asesinatos. El rico siguió mintiendo, queriendo hacer
creer que es rico porque se lo merece y convenciendo al pobre de que es pobre
porque se lo merece. Menganito copia en el examen y fulanito obtiene mejores
notas en inglés porque su tía la profesora le ha corregido el examen. Competimos por recursos limitados y en el
proceso todos son enemigos.
Pero hay otro plan: razón e imaginación.
[1] El Ressentiment
de Nietzsche no debe ser intercambiado con resentimiento ni con su traducción
francesa, “ressentiment”. El Ressentiment de Nietzsche desea expresar
la relación que existe entre una persona que vive con un sentido de
inferioridad y la creación de la moralidad.
[2] La pequeña
burguesificación social es un término que se encuentra en la teoría social de
Nicos Poulantzas y después en la de García Düttmann o Pierre Bourdieu.
[3] Tecnomaquia: dice Bond en
1998 “ (…) Ahora la tecnología es la Tecnomaquia. En el pasado, la tecnología fue un beneficio
para la humanidad, ahora comienza a ser un problema. La antigua justificación de la injusticia era
que el régimen necesitaba sobrevivir la escasez. Ahora la injusticia se justifica a través de
los beneficios de la prosperidad. (…) La abundancia moderna produce condiciones
sociales y psicológicas de la escasez.
(…) La Tecnomaquia inventa necesidades para estimular insatisfacción.