Hace muy poco, la revista
británica de teatro “The Stage,” le pidió a Bond escribir un
artículo de portada sobre “el shock en la escena.” Bond me ha
enviado una copia que yo traduzco aquí para su difusión. Me dice:
“The Stage no es el tipo de revista para las que suelo escribir …
y además cuando lo lean probablemente decidan no publicarlo.” No sería la primera vez.
Tan pronto como la
publiquen en la revista – si lo hacen – lo incluiré aquí
también en su original inglés.
El teatro moderno se ocupa
de “cosas:” de problemas, de casos, de momentos, de eventos, de
accidentes -- pero sobretodo de chismorreo que intenta pasarnos como dialéctica. Activistas culturales – teatro, danza, música,
performance -- con ello creen criticar hechos injustos o iluminar
situaciones concretas que requieren arreglo o reparación. En otras
palabras, buscan cambiar varios de los problemas sociales que nos
acucian – pero nada de cambiar el sistema y el ethos que causa esos problemas. Sobre todo porque los centros, los orígenes de esos "problemas" están cubiertos por una gruesa y dura capa de ideología. Para ser capaces de profundizar en el centro del que emanan los problemas, tenemos una forma de arte que los humanos hemos usado desde hace miles de años: Drama.
Pero desde que la clase burguesa finalmente se liberó del yugo monárquico -- que durante siglos fue una idea considerada "imposible, utópica" y que los historiadores incluso nos dan una fecha, 1848 -- la misma cultura burguesa se ha representado a sí misma, exitosamente, como la definitiva; la cultura de una estructura social final ("El final de la Historia" que nos vendió Fukuyama.) El pistoletazo de salida fue, sin dudas, el "Ulises" de Joyce: el ratón que no para de correr en su noria y que cree que va a algún sitio. Lo que ha seguido ha sido la "cultura moderna." Y por supuesto, la última, la "postmoderna."
Ya lo he dicho y lo repito: si la cultura moderna han sido formas de evitar hablar lo menos posible del capitalismo, la postmoderna han sido formas de completamente evitarlo. Lo encuentras en la misma definición de la actual Performance Art -- que no es otra cosa que la continuación de la idea de lo conceptual que inició Marcel Duchamp: "en una obra de arte conceptual, lo importante no es el producto final, sino el proceso de creación."
Estamos atrapados.
Pero desde que la clase burguesa finalmente se liberó del yugo monárquico -- que durante siglos fue una idea considerada "imposible, utópica" y que los historiadores incluso nos dan una fecha, 1848 -- la misma cultura burguesa se ha representado a sí misma, exitosamente, como la definitiva; la cultura de una estructura social final ("El final de la Historia" que nos vendió Fukuyama.) El pistoletazo de salida fue, sin dudas, el "Ulises" de Joyce: el ratón que no para de correr en su noria y que cree que va a algún sitio. Lo que ha seguido ha sido la "cultura moderna." Y por supuesto, la última, la "postmoderna."
Ya lo he dicho y lo repito: si la cultura moderna han sido formas de evitar hablar lo menos posible del capitalismo, la postmoderna han sido formas de completamente evitarlo. Lo encuentras en la misma definición de la actual Performance Art -- que no es otra cosa que la continuación de la idea de lo conceptual que inició Marcel Duchamp: "en una obra de arte conceptual, lo importante no es el producto final, sino el proceso de creación."
Estamos atrapados.
Como consecuencia de la mecánica misma de la cultura del capitalismo occidental, Weber predijo la inevitable deshumanización del mundo. Yo no tengo dudas de que cuando el proceso capitalista nos catapulte a esos extremos de alienación, Drama se volverá obsoleto. Esto es un peligro real.
¿Utopía? ¿Se burlan? Se realista; exige lo imposible. Es por eso que pongo mis esperanzas en un renacimiento del Drama -- pero del s. XXI. De ahí Edward Bond:
"La
mayoría de la gente conoce el teatro a través de la televisión y
el cine. Estos son administrados por corporaciones para ganar dinero.
Ningún ejecutivo de televisión morirá de hambre en una buhardilla
por difundir la verdad. Las películas no funcionan a través de
shocks sino de sensaciones. Esto se debe a que la vista es más
primitiva que el lenguaje. La sensación evita el significado. Esta
limitación fatal en los medios visuales se extiende desde primeros
planos hasta panoramas de desastres. El drama televisivo está
obsesionado con la ley y el crimen, con el bien y el mal. Pregunta
qué y quién.
Nunca pregunta por qué. Es por esto que su moralidad es
falsa porque por qué es la pregunta que nos hace humanos. Es
la cuestión del drama. Y la última y precipitada pregunta es por
qué debemos hacer el bien. La respuesta no es dios o la policía.
Para
encontrar la respuesta humana, los griegos crearon nuestro drama. Ya
habían dado los primeros pasos hacia nuestra democracia. Los
ciudadanos tenían que preguntar por qué para saber cómo
manejar su democracia. La singular distinción de la democracia es
que en una democracia eres responsable de tu propia humanidad. La
respuesta al por qué es demasiado complicada para la
teología, la filosofía o los tribunales de justicia. No puede haber
democracia sin drama. Todo esto es tan obvio que se puede poner en
estas pocas oraciones simples. La televisión y las películas no
pueden responder a la pregunta por qué. Las audiencias no
quieren ser molestadas con algo tan problemático como la
responsabilidad de tener que decir qué es la humanidad.
Quieren ser entretenidas. Así que las industrias de televisión y
cine entrenan al público para que reaccionen en el momento justo
como Pavlov entrenaba a sus perros de laboratorio para salivar cuando
era requerido. Cualquier otra cosa sería malo para las ganancias. No
discutiré esto más porque ya lo sabéis -- y si no lo sabíais no
deberías seguir leyendo esto, sino sacar uno de los periódicos de
las cloacas para leerlo. La cloaca es la estantería de nuestra
prensa infantil de derechas.
Edipo
descubrió que su felicidad, riqueza y trabajo político se basaban
en el autoengaño y el crimen. El shock al
entender esto hizo que se cegara a sí mismo. La obra fue
escrita hace 2.500 años y todavía la ponemos en escena. (Las obras
de “éxito" del West End-Broadway no durarán más allá de
las muertes de sus creadores). Cuando Edipo se cegó a sí mismo,
¿qué vio? No solo vio cómo había vivido; se vio a sí mismo. ¿Qué
vio el público? Entendamos Drama. Una audiencia, los actores y la
obra están confinados juntos en una habitación. Lo que separa a
estas tres cosas entre sí es más fina que la piel humana. Es una
situación única. El escenario de lo trágico y lo cómico es el
"triple cerebro". Le da a nuestra especie su poder creativo
único. Drama es la manera de convertir a la ficción en lo real
cuando nuestras instituciones son demasiado complicadas y tortuosas
para hacer frente a la realidad. Desenreda los engaños y las
mentiras de la autoridad, del gobierno y de nosotros mismos. Expone
las consecuencias a su causa. Drama es el regalo singular de la mente
humana. Es la lógica de la realidad. Es por esto que todas las
culturas humanas crean drama: es incluso la razón por la cual los
niños juegan. ¿Qué vio la audiencia cuando Edipo apagó sus ojos?
Se vieron a sí mismos. Somos la especie-Drama.
Y
ahora no tenemos drama. Ha sido puesto a la venta. Drama tiene un
solo tema: la justicia, y nuestra sociedad es brutalmente injusta.
Por eso, la vasta tecnología moderna que podría mejorar nuestras
vidas se usa para hacerlas todavía más injustas. La descripción
tácita del trabajo de la policía es mantener la injusticia. La ley
procesa a los pobres que violan la ley pero no procesa a los ricos
que hacen la ley y explotan a los pobres. Nuestro sistema legal está
plagado de agujeros a través de los cuales la corrupción se escurre
y florece. La venganza mantiene unidas a las sociedades injustas.
Estas cosas no son novedades de mi invención. Son las paradojas de
los dramas clásicos y nos jactamos de que sean el corazón de
nuestra civilización: venganza, injusticia, oportunismo, robo,
explotación, deslealtad, asesinato.
Hacemos
que todo esto sea aceptable para nuestras conciencias mediante la
cómoda distinción entre responsabilidad colectiva y responsabilidad
personal. La distinción es falsa. Somos colectivamente responsables
por el niño que muere de hambre y es torturado hasta la muerte; por
los adultos jóvenes que se matan en nuestras calles; por aquellos
que, en vez de ser personas saludables y capaces, con escalofríos y
enfebrecidos, violentan y roban nuestras casas durante la noche; por
los ancianos que mueren congelados en habitaciones solitarias. Es
como si estas cosas sucedieran en nuestras propias casas, en rincones
oscuros que nunca miramos. Si mirásemos, nos dejaría conmocionados
– nos quedaríamos en shock porque tenemos miedo. La razón
de todo shock es el miedo, y en la sociedad injusta eso debe
ser miedo a lo que hacemos o dejamos que se haga en nuestro nombre.
Unos ladrones me dejaron inconsciente a golpes para robarme en una
calle de Londres. Me pregunté quién será el próximo asaltante y
quién las próximas víctimas. No pretendo decir que una solución
sea fácil. Solo Drama puede penetrar en las confusiones. Nuestras
soluciones actuales son venganza y en una democracia no puede haber
venganza.
¿Cómo
podría alguien conmocionarse (shocked) con una ficción
teatral a menos que supieran que la ficción era realmente un hecho?
Una audiencia se conmociona solo cuando ha sido "descubierta",
“pillada.” Por supuesto, algunas conmociones (shocks)
pueden ser gratuitas – pero solo aquellos que albergan una culpa
inconsciente por su propia parte de complicidad con la injusticia
podrían conmocionarse con ello. Lo descartarían con un suspiro. El
resto es hipocresía.
¿Drama
tiene derecho a conmocionar? Drama tiene la obligación de
conmocionar.
He citado a Edipo no porque mi
argumento se base en los clásicos. La presente generación de
dramaturgos jóvenes probablemente esté más capacitada que ninguna
otra en el pasado. Pero no se les permite desarrollar su oficio. Los
dramaturgos hoy son explotados por "la industria" con fines
de lucro. Deben escribir anécdotas triviales que puedan galvanizarse
con los trucos banales de directores dramáticamente analfabetos.
Adaptan a Edipo con un ojo de cristal y lo llaman cultura. En las
dos grandes crisis de la civilización, tanto la Reforma griega como
la renacentista, los dramaturgos crearon nuevas formas de conciencia
humana para que nuestra especie pudiera vivir y florecer en un mundo
nuevo. Ahora vivimos en la tercera y la mayor de las crisis. Nuestros
dramaturgos podrían crear un drama que nos rescatara de un futuro
catastrófico. Es posible. Pero no tenemos Drama. En su lugar, hay
una industria del entretenimiento. Y eso sí conmociona (And that
is shocking.)"
Edward Bond 11 4 18
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