I
Desde
siempre hablamos de que la izquierda no logra pasar de los deseos a
la acción, de las aspiraciones al poder de verdad porque estamos
divididos. Pero el fin es, o debería ser, el mismo para todos. A
mi me preocupa el hecho de que quizás los fines – aquellos fines
que se originaron en las mentes de los luchadores por justicia a
finales del XIX principios del XX – han pasado al olvido en las
mentes de demasiados. Los fines para todos – para socialistas,
comunistas, anarquistas, etc – eran tres pilares fundamentales:
abolir la diferencia de clases, abolir el capital y abolir la
propiedad privada – esto se llamaba la sociedad socialista. (Llegar
a este tipo de sociedad simplemente es la evolución humana natural
claramente escrita en la historia oficial. Ahora sabemos que llegar
a lo demandado, de forma racional, sin holocaustos, sin la furiosa,
asesina oposición de la élite, parece una imposibilidad; pero
llegará.) Los diferentes nombres de izquierdas indicaban diferentes
medios pero para llegar al mismo fin. Los últimos 70 años nos han
probado que los medios de algunos intentos – Rusia, Corea, China o
la misma Europa con la continua degeneración de socialismo en
social-democracia - se corrompían rápidamente tanto por la
corrupción interna de los líderes como, más especialmente, las
incesantes presiones externas de los estados capitalistas. Pero si
lees las Constituciones tanto de la Ex Unión Soviética como de
Cuba, los fines eran exactamente eso: llegar a una sociedad libre,
avanzada, sin líderes ni diferencias, sin privilegios. Recuerdo a
Fidel Castro cuando, inmediatamente después de tomar La Habana,
habiendo acabado con la dictadura de Batista, visiblemente cansado
pero eufórico, sentado en un sofá rodeado de su esposa e hijos, un
periodista norte americano le hacía la típica pregunta frívola
“bien, ahora que ha ganado ¿no es tiempo de afeitarse la barba?”
A lo que Castro respondía con absoluta tranquilidad algo así como
“cuando en Cuba tengamos libertad de verdad, sin necesidad de
líderes y sin privilegios me quitaré la barba.” Castro fue
totalmente leal a su dictum porque nunca se quitó la barba.
Activistas
de izquierdas son de izquierdas por varios motivos. George Orwell,
que era un observador de alta precisión, describió varios tipos en
su “Camino a Wigan Pier” (1937) y que todavía casi 80 años
después siguen sonando a verdad hoy. Por una parte, dice Orwell, el
tipo socialista típicamente clase trabajadora, todo corazón pero
sin formación, irracional e instintivo; por otra parte el
intelectual, entrenado en libros que surge, casi en su totalidad, de
la clase pequeño burguesa. A su vez, “desafortunadamente” dice
Orwell, estos socialistas de origen pequeño burgués están formados
por caracteres tipo como los que denuncian a la burguesía “echando
espuma por la boca;” los reformistas blandengues (“de cerveza con
más agua que cerveza” dice) representado por el autor Bernard
Shaw; los astutos arribistas jóvenes e instruidos que son comunistas
para empezar pero que cinco años después son fascistas “porque es
parte de la carrera”. Orwell incluye “las rígidas y deprimentes
mujeres que creen ser de una moralidad superior, portadores de
sandalias y barbudos bebedores de zumos de frutas, todos en bandadas
al olor del “progreso” como moscardas a un gato muerto.” Por
supuesto, cuando se dice que se es de izquierdas para crear una
sociedad justa, libre, digna, democrática, todos están de acuerdo.
Pero esa sociedad socialista, de decencia humana, la quiere todo el
mundo. Todo el mundo que tiene un ápice de decencia. El problema,
dice Orwell, es que esta “ordinaria persona decente” no encuentra
su nicho entre los arriba descritos. Estoy de acuerdo con Orwell: en
realidad todos somos de izquierdas – incluso cuando lo negamos, nos
mentimos. Basta que desees una vida digna. Pero hay algo más: algo
que ha estado con nosotros como humanos desde mucho antes del inicio
de la civilización. Es un conocimiento cognitivo - llámalo instinto
si quieres – que no tiene ni que ser consciente.
II
Se dice
repetidamente y de forma generalizada que los seres humanos somos
belicistas, destructivos – y otras cosas peores. Ayer mismo
escuché en un documental americano a un profesor de astro-física
declarando que los humanos somos “belicistas desde el inicio de los
tiempos.” El resto de ilustres profesores decían prácticamente
lo mismo. Esto es una obscena y dañina falacia que necesita ser
enviada al cesto de la basura. Solo tiene dos tipos de voceros: uno
los mentirosos y el otro los ignorantes. Como voy a demostrar, las
pruebas de que los humanos somos lo opuesto de belicistas son teórica
e históricamente incontestables.
Si “el
inicio de los tiempos” fuese hace tan solo 9.000 años, entonces
habría que darles la razón. Pero esos últimos 9.000 años no son
sino una pequeñísima fracción de la historia humana completa –
menos del 5% de nuestra existencia humana. Los últimos 9.000 años
son, fundamentalmente, la historia de las sociedad fundadas sobre los
pilares de la esclavitud. Pero como la antropología moderna
demuestra de forma incontestable, los seres humanos que todos
reconoceríamos como tal – obviando las diferencias en cultura y
tecnología – han estado campando por esta tierra entre 300.000 y
500.000 años, dependiendo de las fuentes. Durante todos esos
milenios éramos, no sedentarios, sino cazadores-recolectores. La
extensa bibliografía de la antropología no deja lugar a dudas sobre
las características de las sociedades humanas de
cazadores-recolectores: las sociedades de cazadores-recolectores se
basan en la igualdad, en la cooperación desinteresada, en dar
regalos y compartir comida. Y van más allá. Comparten alimentos
no solo con familiares o con los que corresponden, sino según las
necesidades incluso cuando la comida escasea. El famoso epidemiólogo
Richard Wilkinson ha dedicado sus estudios a demostrar la relación
directa entre violencia y desigualdad – no es una coincidencia su
interés dado que la violencia es una verdadera epidemia y que muchas
enfermedades están correlacionadas directamente con sociedades
altamente desiguales. Acerca de nuestra larga existencia como
cazadores-recolectores Wilkinson concluye:
“No hay jerarquía dominante entre los cazadores-recolectores.
Ningún individuo tiene prioridad de acceso a los alimentos los
cuales [...] se comparten. A pesar de la marginal preferencia
femenina por tener como amantes a los cazadores más exitosos, el
acceso a la pareja por sexo no es un derecho que se correlacione con
rango o estatus. De hecho simplemente rango no es discernible entre
los cazadores-recolectores. Se trata de una verdad absoluta que la
literatura etnográfica resuena sin ambigüedades, a veces en los
términos más enérgicos.” (“Why
is Violence More Common Where Inequality is Greater?” New
York Academy of Sciences,
No. 1036, pp. 1-12.)
Si
hay algo fijo en los genomas humanos de los últimos medio millón de
años es la cooperación y la fraternidad – y como argumentaba
Nietzsche sobre su idea de superman, de héroe, sin consciencia de
ello, sin capitalizar intereses personales con sus acciones. Y si no
hubiese sido así, si los humanos hubiesen vivido con el mismo ethos
de “todos enemigos de todos,” de las sociedades sustentadas por
esclavos de los últimos 9.000 años, no soy el único que cree que
la especie humana se habría extinguido hace milenios. Algunos
académicos del área de la genética han intentado legitimar hace
unos años la idea de que las acciones humanas, sus características,
si los humanos son violentos o pacíficos, cooperantes o egoístas,
estan pre-escritas en su ADN. Afortunadamente esto se ha descartado
como una barbaridad. Los seres humanos somos mucho más complejos
que todo eso. Las acciones humanas no se explican por la información
de su ADN sino que son una proyección directa de su vivir dentro de
las estructuras sociales dadas – y sobre todo de la ideología
dominante de esas sociedades. Sin embargo hay un valor humano que es
permanente a través de los tiempos y que es incontestable: el
imparable imperativo por promulgar justicia. Ha sido el trazo claro
de las sociedades de cazadores-recolectores y tan constante que se
puede observar claramente desde que el humano es un neonato. Ten a
tu bebe sentado en tus rodillas y déjale ver que le das un juguete a
su hermanito y a él nada. Salvo excepciones, el bebe exigirá con
un tremendo enfado, sin dejar lugar a dudas, que a él también debes
darle un juguete. Criaturas con solo 3 o 4 años ya empiezan a
observar en su escuela cual es el estatus de los padres de los otros
niños. Incluso cuando los pequeños viven en una familia que
intenta protegerles de la locura consumista y de la carrera por
privilegios - donde incluso se intente razonar con los pequeños la
naturalización de la injusticia - rápidamente crean sus propios
juicios de valor cuando, en sus escuelas, ven que otros padres y
madres vienen a recoger a sus pequeños con ostentosos coches. Es
igual si tu coche funciona como un reloj, es práctico, caliente en
invierno y fresco en verano, espacioso y seguro. Tu coche es viejo
y, antes o después, inesperadamente, tu pequeñín te va a preguntar
“papa ¿cuándo vas a comprar un coche nuevo?” No les cuentes
tratados sociológicos; si la mama de fulanito tiene un cochazo ¿no
deberíamos tener uno también nosotros? ¿Y si tus pequeños son
invitados a fiestas de cumpleaños de otros niños cuyos padres
tienen enormes casas con todo tipo de comodidades? Y no digamos si su
enseñante tiene la “brillante” idea de preguntarles que han
hecho durante las vacaciones cuando vuelven a su escuela. El estatus
de unos les ha permitido “nadar con delfines en Florida” mientras
otros no han salido de su pueblo. Tus pequeños van a hacer
comparaciones con su propia vida, su propia habitación y
probablemente juzguen que la vida es injusta con ellos, que les
castiga sin causa y su enfado por su bajo estatus surja de una u otra
manera. Algunos argumentarían que esto crea consciencia de clase en
los más jóvenes. Dejados a sus propias conclusiones, para nada.
Sin una guía intelectual que les haga entender claramente el proceso
histórico que ha sido la lucha de clases, lo que se obtiene de esta
juventud criada dentro de los parámetros de la injusticia como
natural dado son candidatos a inflar las filas del fascismo, bandas
criminales y otros grupos extremos como los religiosos.
Desde
términos puramente marxistas, es una barbaridad proponer la idea de
que hay “una naturaleza humana” - a no ser que testarudamente (es
decir, ideologicamente) creas que hay brujas, espíritus del bosque,
dioses y diablos. Las actitudes, la moral, los principios y creencias
de los seres humanos son una consecuencia de su vivir dentro de las
estructuras sociales dadas. Un ser humano del s. XII es literalmente
un extraterrestre comparado con un ser humano del s. XXI. Las varias
culturas de los últimos 9.000 años de civilización son, de parte a
parte, una consecuencia de la lucha entre los que están arriba y los
que están abajo. La historia de la pintura lo repite
consistentemente desde los Liceum la
demokratia era
un sistema superior a la monarquía. Pero mucho peor que la
monarquía, decía Aristóteles, era la timokratia:
es
decir, cuando el poder está en manos de unos pocos hombres con
propiedades (timo=propiedades; kratia= gente). ¿No sería entonces
timocracia una definición más precisa de nuestros sistemas sociales
contemporáneos? ¿No está el poder, el poder real, el que toma de
verdad las decisiones que nos afectan a todos, en manos de unos pocos
dueños de casi todo?
Es verdad que a Aristóteles hay que leerlo con uno de cal
y otro de arena, no con todo su valor dado, como hacen leer en muchas
escuelas y departamentos de humanidades. El tutor personal de
Alejandro el Conquistador podía decir hasta donde sus relaciones con
la élite le permitían – y sus contradicciones no son pocas –
ademas de su propio contexto histórico. Pero es remarcable el hecho
de que las ideas de un pensador de hace más de 2.300 años como es
Aristóteles puedan seguir resonando hoy con absoluta frescura.
El banquero Rothchild. El humano artista fija su fascinación en el gran capital. |
Hoy los
humanos miran, temen y observan a otro opresor: el capital, el
dinero. No tiene precedente histórico. Si, como he argumentado
antes, las sociedades humanas han reflejado en sus pinturas, a través
de los tiempos, su obsesión con el opresor, el poder, ahora el sumo
poder es algo tan abstracto, tan inmaterial como la economía. Tiene
sentido entonces que, después de haber pasado por los diferentes
estados desde el futurismo – la representación de la tecnología,
sus máquinas de guerra, sus máquinas de super-producción –
hayamos llegado a un estado en que las pinturas representan lo
puramente conceptual (por ejemplo, desde Marcel Duchamp.) En el arte
conceptual, ya sea pintura o la actual rama performance art, lo
extremo, lo que no tiene precedente es que el artista ni siquiera
busca un producto final, sino que su representación se centra
solamente en mostrar no más allá del mismo proceso creador. El
artista conceptual o es incapaz o no quiere llevar su creación hasta
tal punto que diga explicitamente qué es, cómo es, de dónde viene
el poder opresor absoluto ahora – que por supuesto es la economía
misma, el capital.
Para
entender nuestra situación humana y a nosotros mismos los humanos
siempre hemos hecho uso y necesitado la representación – llámalo
arte si así lo deseas. Lo que pasa es que la actual cultura de
Hollywood-Bollywood – la industria cultural o mejor, la cultura
como industria – en vez de hacer su trabajo y ser el faro que
alumbre, por una parte, la respuesta a la incógnita “¿qué quiere
decir ser un ser humano?” y por otra, el camino hacia la utopía
como realidad posible, nos distrae alimentando nuestros miedos
representando los ruidos de los bichos del oscuro bosque; nos distrae
con sus formidables efectos especiales y estética refinada
ofreciéndonos los colores hipnóticos de los fuegos artificiales
como si en ellos hubiese una respuesta a nuestra condición humana y,
por supuesto, cuando explota el último cohete, no hay nada; nos
entretiene ofreciéndonos espiar por el agujero de una puerta,como si
fuésemos mirones voyeurs, traiciones conyugales, platos rotos y
aspiraciones vacuas cuando nuestras propias vidas, las del camionero,
del pescador, del desempleado, del operario, del profesor son tan o
más desquiciadas que las de cualquier personaje representado; un
entretenimiento que tiene tanta utilidad a nuestra condición humana
como para un eunuco la pornografía.
El poder de la tecnología, la máquina humana, la guerra. Futurismo. |
Sin
embargo, en nuestras ideologicamente homogeneizadas sociedades –
esto es, la ideología pequeño burguesa (clase media en su uso más
blando) -, contrastando y oponiendo la cultura como industria, hay
una utilidad en las áreas de las artes que tradicionalmente ha sido
y sigue fundamentalmente ignorada por la izquierda – especialmente
aquí en España – que sobresale como un oasis en el desierto: el
drama. Y si digo drama no me refiero ni al teatro moderno encabezado
por Beckett ni al teatro “político” encabezado por Brecht.
Brecht pone la intención ideológica de su obra al servicio de un
sistema criminal como era ese Stalinista de la Alemania del Este.
Brecht no miente como tal en su teoría pero sí descabelladamente en
su obra, donde los ricos son los malos y sus esclavos los
trabajadores los buenos, traicionando las mismísimas bases de la
lógica del drama Aristotélico. No me refiero tampoco al bloque
absurdista que inicia Beckett precedido por Joyce y continuado por
Pinter donde los humanos parece que hemos llegado al final de la
historia (una idea que tenía importantes adeptos como Fukujama pero
que el colapso financiero les ha enviado al silencio dado que la
lucha de clases no solo no desapareció sino que ahora resurge con
fuerza) queriéndonos hacer creer que hemos llegado al mejor sistema
social posible y que más allá solo hay la nada, corriendo
apresuradamente en la noria como un hamster creyendo que vamos a
algún sitio. No hablo del teatro “terapia”, donde al
disfuncional se le hace creer que es posible tener una vida humana
normal dentro de una sociedad que actualmente es la causa de esa
disfuncionalidad; mucho menos del teatro “verbatim”,
representando noticias periodísticas sin añadir nada que no se haya
leído. No hablo del teatro moderno de la era burguesa; hablo del
drama de Eurípides, Sófocles, Shakespeare y ahora Edward Bond.
¿Qué es el poder real, ahora?
El dinero, la economía, los
mercados.
¿Cómo se representa lo que no se palpa, se ve,
lo que no se siente o intuye?
¿Puedes imaginar el Gran Capital?
|
Drama es
el lenguaje de la democracia. El único patrón del gran drama es la
ética, la necesidad humana por entender y fraternar; drama sigue la
lógica sin condiciones, dejando que la misma historia humana – con
sus contradicciones y paradojas - marque la pauta, así que un
momento que podría ser trágico resulta que es cómico y viceversa.
Drama descompone todas las ideologías; drama es política con
mayúsculas. La complejidad del problema humano en las sociedades
capitalistas ha aumentado exponencialmente y para saber adonde vamos
como especie necesitamos entender el sitio que habitamos – nuestra
situación - y a nosotros mismos. Y si la sociedad de mercado ha
convertido a nuestro planeta en una gigantesca casa de locos, drama
es el antídoto contra esa locura. Los humanos son la especie
dramática por excelencia y todos – especialmente los más jóvenes
– deberían tener acceso continuo a la experiencia dramática donde
explorar sus ideas, sus problemas, sus aspiraciones y frustraciones.
Drama no ofrece soluciones. Con drama el problema es problematizado;
las soluciones deben darla los seres humanos – porque en la
experiencia dramática, los humanos toman responsabilidad por sus
acciones. Al dar significado a las situaciones, drama crea nuevas
realidades. Es por eso que el gran drama no tiene nada que ver con
propuestas morales o moralistas sino con la ética y su praxis:
pregunta insistentemente hasta el paroxismo. Porque la ética no es
acerca de la aplicación de reglas dadas ni acerca de lo que
necesitamos, queremos o deseamos sino acerca de lo que deberíamos
necesitar, deberíamos querer, deberíamos desear.
Drama es ética y es socialismo y, por ende, porque hemos sido mucho
mucho más tiempo cazadores-recolectores que esclavos o dueños,
drama es la melancolía que el emigrante tiene por su casa, por sus
gentes. Anhelas socialismo porque necesitas volver a casa.
César Villa
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