patio bondiano

domingo, 22 de abril de 2012

QUÉ QUIERE DECIR “LA FILOSOFIA de DRAMA DE EDWARD BOND”


Quiere decir que antes de apreciar en su sentido total, el enorme valor humanista en la obra de Bond, primero necesitamos reconsiderar nuestra percepción del mundo; que antes de aproximarnos a la obra dramática de Bond y reproducirla es conveniente explorar primero meticulosamente tanto su pensamiento como aquellas teorías filosóficas que lo apoyan y sostienen.  Para poder entrar en esta distinta plataforma Bondiana, dos estudios tienen importancia capital: uno es la teoría de reificación de Marx (capitulo I de El Capital) y los estudios posteriores que de este emanan con la Escuela de Frankfurt, W. Benjamín y Györ Lukács. Y el otro es la evaluación de Nietzsche acerca del los hombres de resentimiento (o mejor, ressentiment, que es como Nietzsche usa originalmente en su Genealogía de la Moral).[1]  Estos dos estudios interactúan entre si y, como he demostrado incontestablemente en mi investigación doctoral, muy a pesar de algunos académicos, ayudan a demostrar el verdadero, gran valor filosófico de la obra Bondiana que es lógica, realista y materialista, en el sentido marxista, en vez de provocativa, transgresiva.

La intención de Bond es confundida con la provocación porque, come se hace necesario ilustrar, dentro de la visión mental del dramaturgo, todo significado y/o percepción necesita ser reconsiderado y/o reevaluado.  En nuestras sociedades liberales la igualdad social se confunde o interpreta como oportunidad; la justicia no es justicia sino venganza; y la libertad no va más allá del acto de ir de compras.  El arte (y por lo tanto la estética) es una invención moderna y ambigua que, formando una parte fundamental de la incesante revolución burguesa iniciada en 1848 hasta nuestros días, no asegura un acercamiento humano o humanista: arte puede operar a favor de una futura sociedad democrática y socialista pero también a favor de un estado excepcional como el estado fascista.  Y lo que es peor, nuestra vidas trascurren dentro de un marco social que sigue alimentando y protegiendo la peligrosa superestructura social e ideológica que reinaba en Europa en los años 1920: es decir representación parlamentaria liberal, diferencia de clases como un natural dado y aceptado, popular resentimiento hacia las minorías, la feroz competición por posiciones de excelencia, de reputación, de autoridad social e intelectual, de seguridad etc., etc.

¿Por qué es este estudio necesario?
Porque sin este estudio Bond es erróneamente valorado como un provocador, transgresivo y polémico cuando en realidad su posición filosófica es realista y materialista.   La provocación, la trasgresión y la polémica son en realidad características ideológicas burgueses y pequeño burgueses.  Mick Jagger, no es tan transgresivo como cuando caprichosamente decide volar con su jet privado desde su isla en el pacifico hasta Londres solo para comer caviar en su hotel preferido.  Y nadie y nada es tan transgresivo como el súper-millonario inversor y especulador de divisa internacional George Soros, quien apostando contra la libra esterlina en 1992, colapsó el Banco de Inglaterra, haciendo que muchas familias británicas perdieran sus empleos y sus casas o cuando obtiene obscenos beneficios de las crisis internacionales como la crisis asiática en 1998.  Nuestro tiempos actuales de absoluta obscenidad financiera son el resultado de la máxima transgresión de unos agentes enloquecidos por la promesa de rápidos beneficios.  Como matar por deporte un elefante —aunque la misma obscenidad transgresiva es matar por deporte cualquier animal.  Como bien explica Terry Eagleton, el burgués conservador rechaza al artista tildándolo de trasgresor peligroso porque en realidad el burgués está rechazando su propia imagen.  

La obra de Bond es única y sin parangón, más próxima a Sófocles y a Eurípides que a Brecht o a Beckett, a los que Bond apropiadamente detesta.  La plataforma Bondiana critica objetivamente estos dos grupos o tendencias fundamentales del teatro: Brecht miente, no en su teoría sino en su obra, porque la ideología miente destruyendo la lógica, elemento fundamental del gran drama.  Beckett también miente, también gracias a otra ideología, es indiferente si consciente o inconscientemente, porque el ser humano no nace loco o criminal o pasivo – esto es, alienado.  El ser humano se convierte en un loco o en un criminal o en indiferente por el dolor que conlleva tener que vivir en una sociedad donde la injusticia forma una parte imprescindible y diaria de la vida humana (imprescindible porque sin la injusticia las sociedades capitalistas no podrían funcionar).   Pero lo realmente pernicioso en la filosofía intrínseca en la obra de Beckett y sus prosélitos es la celebración del pesimismo, presentando una sociedad incambiable,  ahistórica y permanente; como si la humanidad hubiera llegado al punto final de su historia.


¿Por qué se confunde la posición creativa de Bond? 
“La realidad no es trascendental, sino material” afirma Bond.  Sin embargo el teatro moderno (entendiendo el teatro moderno como un gran bloque, sin etapas o fases, que empieza con la emancipación feudal de la burguesía que culminaron en las revoluciones burguesas de 1848, coge fuerza con James Joyce, y evoluciona hasta nuestros días) es entendido y reproducido como algo que busca la respuesta a la paradoja humana en lo trascendental —lo inmaterial; a través de la trasgresión, de la ilusión, la fantasía o lo fantástico, y todo tipo de trucos o “fuegos de artificio”; también a través de la representación-narración de un infinito número de problemas sociales.  Es como el ratón que da vueltas y vueltas en la noria de su jaula, pensando que viaja a alguna parte.  Detrás de esta concepción de “naturaleza humana” y de “hombres que nacen para mandar y oprimir a otros” está, por supuesto, la filosofía de Martin Heidegger y, en España, de su alumno Ortega y Gasset, y que sigue sustentando la percepción de lo social en el occidente avanzado. 

¿Qué se puede proponer para introducir un drama que todavía tiene que nacer?
Seria fundamental exponer, en forma introductiva,  primero y reflexionar después, las filosofías que ayudan a demostrar que la filosofía del drama de Bond no es provocativa/transgresiva sino realista-materialista; algunos de estos son:
A) ¿Qué es el sublime; qué es una experiencia subliminal? (Hegel, Kant, Burke)
B) ¿Cómo es posible aplicar simultáneamente Marx y Nietzsche en el contexto dramático? Como señaló Max Weber: 
La honestidad de un académico y sobre todo, de un filósofo contemporáneo, se decide en la base de su actitud hacia Nietzsche y Marx.  Aquellos que no reconocen que no podrían continuar una considerable parte de su obra y seguir la mayoría de sus estudios más importantes sin la obra de estos dos, se están engañando a si mismos y a otros.  El mundo en el que intelectualmente vivimos es un mundo moldeado en gran parte por Marx y Nietzsche.

C) ¿Qué significa una plataforma ética en el contexto dramático?
D) “Los niveles de violencia de un país, de una comunidad son proporcionales a sus niveles de desigualdad” ¿Qué relación hay entre esta aserción sociológica incontestable con la dramaturgia Bondiana?
E) La pequeña burguesificación de la mente humana ahora global,universal.   Efectos en el autor contemporaneo y en la audiencia; ejemplos (Pierre Bourdieu, Nicos Poulantzas, García Düttmann). 


¿Por qué la idea de la pequeña burguesificación social es tan relevante para la filosofía Bondiana?
La filosofía Bondiana contiende que vivir en la sociedades liberales es vivir  en tiempos extremos. Como me dice Bond en una carta “Si el Marxismo es la política de la justicia, vivimos en una época donde esta resulta impracticable.”  Las sociedades liberales no lo ven así: para ellos la sociedad de la democracia liberal tiene problemas que pueden solucionarse con buenas políticas y leyes; para el liberal la sociedad es injusta, sí, pero por culpa de “malos políticos”, “el sistema sufre de algunos errores, de algunas carencias”, dicen, “pero funciona” – lo cual, simplemente, esta lejos de la verdad. Esto es difícil de entender incluso para algunos de los más fervientes seguidores de Edward Bond.  Algún tiempo atrás en el 2006, Bond mismo me pidió que hablara con una profesora de una universidad española cuya especialidad, dentro de la rama de la filología inglesa, era la obra de Edward Bond.  Al final de una larga conversación en la que yo escuchaba y ella hablaba sin descanso apasionadamente del “amor por la justicia” de Bond, resumió su soliloquio concluyendo que todo era por culpa “de políticos tontos” y no del sistema liberal democrático. Es entonces cuando entendí como si me golpeara un relámpago que en la plataforma Bondiana hay tanto trabajo por hacer.  En la filosofía Bondiana no cabe la crítica al individuo o individuos sino al sistema y la ideología en el que los individuos viven; la filosofía Bondiana no intenta preguntar “¿Qué?,” “¿Quién?” o “¿Cuándo?” sino “¿Por Qué?”.  Es precisamente las esperanzas éticas lo que hace que la obra de Bond sea de cardinal importancia. 

  En conferencias públicas en el área del teatro en Inglaterra he oído a académicos de peso acusar a Tony Blair, repetidamente y sin vacilación, de mentiroso y de reconstruirle como la causa principal de los desmanes sociales de Gran Bretaña. Bond y su filosofía rechaza estas reflexiones superficiales que, en realidad, evitan confrontar aquello que es el verdadero núcleo del problema: porque el ex-primer ministro Blair no es ni más ni menos mentiroso que cualquier otro profesional de cualquiera otra rama profesional.  Su objetivo es alcanzar la posición más alta de su “carrera”. Mostrar indignación ante unos hechos tan hediondos como la guerra de Irak y explicar que tal acto es la consecuencia de las mentiras de Tony Blair es mostrar ignorancia histórica; si el acusador es una persona altamente instruida, tal acusación no es más que distraer a la conciencia de ver un secreto abierto a todos.   En efecto, Blair es un político profesional que entro en la política entendiendo el área de la política como una carrera profesional más donde resaltar y crearse una reputación, que por una vocación social. ¿Fue Blair un mentiroso? La lógica, la imaginación y la razón – que no son más que tres de los elementos fundamentales para emular el gran drama clásico - nos dicen que si Blair se hubiera negado a aliarse con la administración norteamericana en la guerra contra Irak, la pequeña burguesía británica – incluyendo esa norteamericana y muchos de los académicos que hoy le acusan de mentir - le habría caído encima como una montaña de ladrillos — y Blair actuó en consecuencia. 
Todos los países viven dependiendo de la especulación financiera creada por el Gran Capital de Wall Street y la “City” de Londres, cuyo movimiento de capital con Wall Street  se iguala a varias veces el P.I.B del Reino Unido entero.  Como afirmaría la filosofía Bondiana, Blair no es que fuera un mentiroso, sino exactamente un profesional de la política – la forma más corrupta de hacer política - con una prioridad más que incrustada como verdad única en la mente de todos globalmente, el imperativo que supera con creces cualquier otro imperativo: tratar de asegurar por todos los medios, incluso a costa del sufrimiento humano o su brutalización, un constante crecimiento de capital.

   En el activismo político actual (ese que es fundamentalmente mediático, prominente, que lucha por mayorías electorales) ejercer política se entiende como una profesión más, análoga a cualquier otra profesión como banquero, ingeniero o conductor.    Un personaje político hoy se presenta al público como un agente puramente profesional y que actúa según los criterios del profesionalismo. ¿Qué es el profesionalismo?  No podemos detallar aquí el significado completo del profesionalismo vigente pero bastará decir por ahora que, en la plataforma socio-política actual, el profesionalismo como concepto es análogo a la idea de la teoría de la pequeña burguesificación[2].  La pequeña burguesificación responde a la pregunta “¿Qué pasó con la diferencia de clases? ¿Existe aun la clase trabajadora y sus reivindicaciones históricas? Por supuesto que las clases trabajadoras, explotadas, abusadas, que viven diariamente en el borde del barranco, aferrándose como hicieron en el pasado a todo aquello que puedan aferrar, incluso a lo más indigno, existen.  Pero ahora estos miles de millones de individuos tienen aspiraciones, no de un mundo donde todos están unidos en un proyecto común humano, sino como enemigos; es decir, compitiendo unos contra otros. 

El profesionalismo en si forma una parte fundamental en la reproducción de la ideología dominante – ya sea la dictadura Stalinista-comunista o el régimen burgués. Una persona considerada un “buen profesional” no debe mostrar ni emociones ni empatía por el otro ni tampoco esperar comprensión para uno mismo en el otro.  Un buen profesional no puede aplicar conceptos como “principios”, ya sean morales o éticos o ideológicos, porque su profesionalismo se pondría en duda.  El político profesional sugiere solucionar problemas particulares mientras propaga que el sistema, aunque con imperfecciones, funciona; negocia entre el Gran Capital y las sociedades a las que representa, para beneficio y mantenimiento, precisamente, del Gran Capital.
Mientras tanto donde había un problema, resurgen tres que, a su vez, se convierten en oportunidades económicas (que por supuesto se convierten ocasionalmente en más o menos exitosas obras de teatro). 

Termino así dejándole al mismo Bond hablar de su filosofía:

La democracia del consumo “estetiza” el acto de consumir.  Todo lo que puede hallarse en sus calles son fantasmas.  Sólo con el delito es diferente porque es la inocencia substanciada en objeto como venganza frente a la injusticia.  El teatro posterior al Brechtismo debe confrontar a la ideología con las corrupciones que esta provoca.  Cuando la confrontación es específica y clara, no puede ser ignorada.  El Brechtismo nos da razones para actuar pero no para vivir.  Por algún tiempo pudo haber sido suficiente.  Ahora, no.  Nos convertimos en peones de la Tecnomaquia.[3]  No podemos confiar en nuestra humanidad, no existe una humanidad sempiterna contra la cual apoyarse.  No está anclada en la razón; a cada uno de nosotros nos corresponde crearla.  Si eso no se comprende, entonces nuestra situación es desesperada.  Como hicieron los antiguos griegos, debemos confrontar al origen de nuestro “ser”.  El Brechtismo elude nuestra incógnita más importante: no “¿Qué haremos?” sino, primero, “¿Quiénes somos?”

En su descomunal y doloroso libro The Theory and Practice of Hell (1960, New York: Berckley Publishing Corp.  ) Eugene Kogon, un superviviente de Buchenwald, nos dice que había gente que no se dejaba morir porque lograba encontrar motivos para alimentar venganza y odio por el “otro"; porque dominando formas y maniobras criminales, lograban situarse un paso delante de los otros presos.  “Había muchos mártires muertos en los campos,” concluye, “pero muy pocos santos vivos” (p. 306).
No abandonamos  Auschwitz.  El pianista superviviente siguió tocando la misma sonata con la misma cadencia melodramática, vestido con las mismas galas, y pagado por la misma audiencia corrupta.  El joyero  volvió a sus joyas y el mercenario a sus asesinatos.  El rico siguió mintiendo, queriendo hacer creer que es rico porque se lo merece y convenciendo al pobre de que es pobre porque se lo merece. Menganito copia en el examen y fulanito obtiene mejores notas en inglés porque su tía la profesora le ha corregido el examen.  Competimos por recursos limitados y en el proceso todos son enemigos.
Pero hay otro plan: razón e imaginación.



[1] El Ressentiment de Nietzsche no debe ser intercambiado con resentimiento ni con su traducción francesa, “ressentiment”.  El Ressentiment de Nietzsche desea expresar la relación que existe entre una persona que vive con un sentido de inferioridad y la creación de la moralidad. 
[2] La pequeña burguesificación social es un término que se encuentra en la teoría social de Nicos Poulantzas y después en la de García Düttmann o Pierre Bourdieu.
[3] Tecnomaquia: dice Bond en 1998 “ (…) Ahora la tecnología es la Tecnomaquia.  En el pasado, la tecnología fue un beneficio para la humanidad, ahora comienza a ser un problema.  La antigua justificación de la injusticia era que el régimen necesitaba sobrevivir la escasez.  Ahora la injusticia se justifica a través de los beneficios de la prosperidad. (…) La abundancia moderna produce condiciones sociales y psicológicas de la escasez.  (…) La Tecnomaquia inventa necesidades para estimular insatisfacción.

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